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miércoles, 13 de octubre de 2010

Buenos Aires


No reconocí el número, ya lo había eliminado y no lo tenía en la memoria.

-Cómo que quién es - dijo preguntando.
-Qué quién es - a veces me pongo bien displicente, en especial por el teléfono celular, no me gustan esas pichuladas de que alguien te llame y no sepas quién es.
Si se quiere llegar a una buena conversación vía celular conmigo pues primero hay que anunciarse. Y si es que te conozco y no sé de dónde has sacado mi teléfono pues hay que responder eso, porque de lo contrario me comporto como un total necio.
-Soy yo -me dijo, y me dio su nombre.
-Ah, tú. Qué tal?

La verdad que le respondía de compromiso nomás, prefiero alejarme de la gente chiflada e hipócrita. Se confunden si creen que tengo algo en contra de los chiflados, no, contra ellos nada -si no me repelería a mí mismo-, mas contra los hipócritas sí. Sólo que la hipocresía y la chifladez hacen un mal conjunto, son como el agua y el aceite. Bueno, la chifladez sería como el agua, osea, que sí se pasa en muchas ocasiones, pero la hipocresía como el aceite. No creo que nadie beba unos sorbos de aceite solo, habría de estar chiflado. Me caen tan pésimos los hipócritas que ni me interesaba que esta chica me quisiera abrir las piernas, además su único atractivo es el traseraso que se maneja, de ahí nada más, incluso huele mal. No saben, las axilas le apestan horrible, ahora, sí así le apestan las axilas, cómo le apestará la almeja... No, dejo de imaginármelo porque no quiero vomitar mi almuerzo, estaba bastante rico. Afortunadamente se dio cuenta que no quería hablar (les digo que soy bastante displicente cuando quiero) y me dijo que llamaba en otra ocasión, cuando yo no esté trabajando. No volvió a llamar: una suerte.

Andaba yo bien malhumorado. Por lo general ando así, es cierto, pero esta vez no sé, lo andaba más, creo. Estaba malhumorado por una chica, esta me había atraído y en el momento decisivo se tiró para atrás. Detesto que la gente me falle, y ella me falló. ¿Pudo ser mi amiga? No, tampoco. Que se joda. Que se joda. Cuando estoy así me apetece un cigarrillo, pero cuando imagino el primer golpe se me van de inmediato las ganas, es que el cigarro tiene un sabor horrible, no hay duda: su consumo está ligado a su adicción. En las mañanas que voy al trabajo veo a gente fumando cigarrillos cuando hace tremendo sol. Qué calor, qué asco. Mi madre criticaba duramente mi consumo de marihuana, pero un día entró a casa y me preguntó si estaba pasando café. Me maté de risa y le dije :"Ya ves que la hierba es rica, si hasta huele a café". Mi mamá se quedó callada, estoy seguro que lamentaba mucho haber dicho eso.

Me metí a una cafetería, el Shehadi. Es muy buena porque te atienden unas chicas con unas súper minifaldas (que tienen de malo el parecido a un tablero de ajedrez) y en las noches tocan jazz en vivo. Absolutamente diferente al prostituido Starbucks, esa mierda de café norteamericano que tiene como logo una mujer de piernas abiertas (al menos eso es lo que yo siempre veo -hay quienes sostienen que soy un pervertido empedernido-) y donde siempre hay tíos con sus laptos y de piernas cruzadas, fingiendo ser tan importantes cuando son tan nimios. Pobre de ellos, el espíritu lo deben tener más vacío que un pozo olvidado. Pasaban un partido de béisbol por la TV, bueno, nada es perfecto, y en eso estaba lo feo del Shehadi: en que transmitían béisbol de vez en cuando. Vamos, soy peruano, a mí que me importan los bateadores mexicanos o norteamericanos, gilipolleses. El café es un buen lugar para estar cuando andas con los ánimos mal. Te sientas, ordenas el café que deseas, y te concentras en pensar. Puedes ir acompañado también, y si lo que pretendes es una conversación agradable pues la vas a conseguir. Pareciera que los cafés favorecieran a la comunicación. En fin, me pedí un frapé moca, en verano es un delito pedir un café caliente. En el Haití, el café de la siguiente cuadra, veo a tíos -esos ya de edad, que vivieron toda su vida en Miraflores y que de jóvenes tenían los cabellos dorados y ahora los tienen blancos o simplemente no los tienen- con blazers y bebiendo café caliente. Cuando estaba en el colegio me dijeron que esos tíos eran maricas, desde entonces lo creo, y creo que además de ser maricas son unos huachafos de primera, es que con tanto calor ¿qué vas a beber algo caliente? ¿Qué pretenden? ¿Mojar sus camisetas? Pues si eso quieren deberían hacer algún deporte, viejos zamarros. Una chica que era nueva me trajo el frapé. Le pregunté si esta noche habría jazz. A la pobre la confundí demasiado, se notaba a leguas que era nueva, la muy tonta pensó que jazz era un tipo de café que servían en veladas especiales. Tuve que aclararle que el jazz era un género musical, y así se sintió más tranquila. Nadie nace sabiendo, por último cada día se aprende algo nuevo. Hoy, ella aprendió del jazz. De que lo escuche de aquí en adelante o no, ya no es mi tema. Si no les gustan los tíos que redundan, pues pasen a la siguiente página web y nunca más abran la mía, porque yo adoro darle vueltas a ni mierda. De joven, en eras escolares, sacaba de las mejores notas en los cursos de letras. Era un experto. Nunca estudiaba nada, y si estudiaba lo hacía muy poco, me bastaba con prestar atención a ciertos momentos claves de la clase, almacenar uno que otro dato y en los exámenes me desplayaba lo más que podía sobre la nada. El resultado era la sonrisa de mis padres al ver de los diecisiete para arriba. Años más tarde un compañero de clase de uno de los tantos institutos por donde pasé me encontró en un bar. Sabía que yo poseía siempre marihauana (nunca me vio entrar a una clase sobrio de hierba, ni él ni nadie del instituto) así que se acercó a hablarme un rato, a lisonjearme en realidad, entre las lisonjas me decía que yo había sido el mejor expositor que había visto pasar por el instituto, que era el único capaz de no saber nada de la exposición pero demostrar saber todo. En eso no se equivocaba el tío, se ganó su joint. Su joint, porque mi simpatía no.

Da que cuando uno más quiere encontrar a alguien no lo encuentras, y que cuando ya tiraste la toalla, empiezan a aparecer pretendientes a por doquier. Así me había pasado con esta chica, la que les digo que me había atraído (verbo que utilizo porque me da vergüeza admitir que me ilusionó, o que bueno, me ilusioné yo). Yo iba a matar un amor, uno de esos que se tiene por primera vez y que pasan los años y no te deja en paz. Claro, ya me había comido hasta un año de internamiento en un psiquiátrico para poder olvidarla, y una vez afuera todavía la recordaba... Esa tarde discutimos por el teléfono, y yo había decidido olvidarla por completo. Entonces iba a esa discoteca de mala muerte que abre los jueves, fui con un amigo que es un coquero empedernido y que como no tenía dinero debía pasar primero por la casa de una amiga, quien también iba a ir y le facilitaría la lana. Yo iba a ese lugar porque me iba a encontrar con una de esas mujeres que son unas perras, les dices un par de cosas lindas (y si no, también) y te ponen todo el trasero encima. A las dos horas, están entrando a un hotel contigo. La iba a ver a ella, decirle un par de cosas falsas y luego follarla con tanta ira que me olvidaría de las mujeres por un buen tiempo. Zorras todas. Pero teníamos que pasar por donde esa chica que iba a prestarle el dinero al coquero empedernido, Kiara se llamaba (vaya nombresito... salido de los anuncios de "Relax" de los periódicos). Cuando la vi recordé que yo la conocía, hacía un par de años habíamos estado en un privado, en esos entonces ella estaba separada de su ex y vivía sola. Ahora ya no vivía sola y su ex era parte del pasado. No sé cómo pero simpatizamos muy bien, tanto así que a la otra zorra que me follaría con mucho odio ni la miré. Es que esta tal Kiara me parecía tan angelical... Aunque en realidad todo era una máscara, el problema es que eso lo descubrí mucho después, cuando el daño ya estaba hecho.

Yo suelo tener problemas con las mujeres, uno de esos amigos que no son amigos de fiestas y de drogas, sino que son tus amigos íntimos, me decía siempre lo mismo: que las mujeres (junto a la depresión) eran mi punto débil. Tenía razón. Es que yo no puedo pegarme mucho a una mujer, me ilusiono rápido, las quiero rápido, las divinizo, y luego me molesto si no tienen nada serio conmigo. Por lo tanto, siempre me molesto. ¡JA! Llevo años sólo, me voy ya para el lustro. No obstante, ya estoy acostumbrado, después de este último desaire estoy curado. O al menos eso digo... Uno nunca sabe de su futuro, de eso no. Soy un obsesivo de primera. Y un romántico, también. Mi psicóloga siempre me decía con tono cansino (ya aburrida de reconocerlo tantas veces) que yo estaba enamorado de la hierba. Tenía razón. No era para menos: es la única mujer que nunca me ha defraudado, y que ha estado en todos los momentos de mi vida, desde los celebérrimos hasta los paupérrimos. Tenemos un romance de primera. Como soy bien voluble, en algunos aspectos, no quiero tatuarme, porque sé que tarde o temprano querré cambiarme el tatuaje por otro, pero no es el display de tu messenger, y no es tan fácil de cambiarlo. De todas maneras, en el caso de que un día se me ocurra taturame (lo cual dudo por las razones expuestas) pienso que será una hoja de macoña. Es que es lo único que me gusta constantemente. Y lo digo de verdad. La chica esta, la de nombre de chica "Relax", se quedó anonadada cuando le dije que esto sería lo único que me tatuaría. "No quiero verlo nunca", me dijo. No lo verás, no nos veremos de nuevo. Y así está bien, ella no me entendía, estaba tan o más chiflada que yo, y ahí va un punto: ella es de los chiflados que no me gustan. Supongo porque ha chiflado en inestabilidad. Y la inestabilidad de por sí es insoportable. A nadie le gusta escuchar que un día a una persona le gusta el chocolate y al otro no. Salí del café a la media hora de bebido mi frapé.

Esta vez me metí a la librería "La Familia". Ese local, el de Miraflores, me gusta bastante. Es bien acogedor y su estructura es vanguardista. Es como una pequeña habitación de tres pisos, y las escaleras son en caracol. Están todas las paredes llenas de libros, tantos que uno se cansa de leer los títulos. Borges elogiaba la biblioteca, y decía que la cantidad de libros que hay es infinita. Aunque esta es una librería y no una biblioteca, creo que es muy parecido a lo que se figuraba Borges. Las luces son blancas y las paredes verdes, y no están esos ayudantes cargosos que andan detrás tuyo preguntándote si te pueden ayudar en algo o anticipándote el precio de alguna obra. No los soporto, cuando estoy en un establecimiento, de cualquier tipo que sea, y me cruzo con uno de estos pues soy un cliente que se perdió, puesto que de inmediato me salgo del local y prefiero no comprar nada. Ya me han pasado varias cosas, no las suficientes, estoy seguro, porque mientras que uno avanza en la vida encuentra nuevos obstáculos que superar, lo que hace a la vida un camino de constante aprendizaje, pero con el bagaje que poseo por el momento estoy bien.

Llega el momento que uno se da cuenta que tiene que tranquilizarse, bajar las revoluciones, no siempre puedes ser un muchcacho febril de dieciocho años al que le apesta toda la clase social y por lo tanto quiere derribarla para implantar una nueva, una donde se viva en paz y todos seamos felices. Es un bonito ideal, claro, pero es, también, una utopía. Quizá si todos viviéramos en paz la vida no sería vida y todo sería muy aburrido y no tendríamos como aprender nada, nos volveríamos unos holgazanes comiendo de los frutos de la naturaleza y follando con las mujeres sin distinción alguna, así como los animales. A mí ya me pasa eso, que siento que estoy bien, que no tengo todo lo que quiero y que sin embargo estoy bien, hacía años que no me sentía como ahora, que digo "qué buenas vibras tengo, paso por uno de mis mejores momentos". Es mas, ya no recuerdo cuando fue la última vez que creí pasar con mi "mejor momento". Pero el momento ha llegado y es ahora, hoy, el presente, y no estoy dispuesto a dejarlo pasar. Lo mantendré lo máximo que pueda, y para esto necesito dejarme de niñerías, madurar, y empezar a ser más conciente. Tengo las cosas más claras que agua caribeña, y sí, soy feliz así, solo pero no mal acompañado. Total, conmigo siempre está maría.

Meto mis manos al bolsillo y saco unos moños, miro mi mano y digo:

-Vamos a caminar un rato, acompáñame por el malecón, para ver y escuchar el mar.

Entonces esbozo una sonrisa enorme y me voy desmenuzando la hierba, a continuar con mi camino. Atrás mío los carros hacen bulla y todo un bolondrón, qué se puede esperar, es Miraflores, a mí no me importa, la felicidad está dentro de mí. Que se jodan, que se jodan todos esos a los que les gusta joder.




domingo, 8 de agosto de 2010

Teorías generales de la vida


Hay un nuevo libro que anda en creación, su nombre es "Teorías Generales de la Vida" y es exactamente lo que el título dice, nada de afirmaciones, solo conclusiones extraídas de lo experimentado en la vida. Es un libro que hace mucho tiempo quiero hacer, y que de andar con una libreta de notas ya lo tendría por la mitad, porque esas teorías nacen, no se elaboran, crecen en un momento rápido de lucidez, en un rapto de lucidez, a causa de algún acontecimiento o una nueva experiencia. Es un libro jodido en verdad, la vida no es fácil, está llena de avatares que descuadran cada vez más nuestras creencias y ponen a prueba nuestra fe y esperanza, llegando muchas veces a desmotivarnos y a desengañarnos totalmente de lo que vivimos, a repudiar del juego macabro de la vida, que finalmente no es otra cosa que un camino de aprendizaje constante. Las teorías abarcan desde frases populares hasta conclusiones que extraemos de nuestro día a día, nosotros, humanos, mortales.

TEORÍA GENERAL PRIMERA
"esa es la única debilidad no?, las mujeres, después no hay otra"

Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Dice un dicho popular de hace años. Lo que se olvidó de decir el dicho es que detrás de las tragedias de un honbre, ahí también, está una mujer. Es lo único que nos estanca. Las mujeres son deliciosas, claro, alegran la vida y todo. Pero también la arruinan. Parecerá un pensamiento homosexual, pero yo creo que si no fuera por las mujeres el hombre ya hubiera alcanzado la máxima evolución. Porque la mujer es lo único que lo distrae, lo que lo aleja de sus metas, lo que lo ciega y lo aparte de todo. La mujer es la única que te puede poner en contra de todos tus amigos. Son buenas, pero también son malas. Así de simple.

TEORÍA GENERAL SEGUNDA
-no confíes en nadie, y jamás creas lo que la gente te dice

La gente dice la primera mierda que le sale de la cabeza. Por compromiso, por caer bien, por ganar puntos, por cualquier cosa menos por sinceridad (salvo casos ínfimos). Créeles, pero hasta cierto punto nomás. Créeles, pero no confíes en sus palabras. Las palabras se las lleva el viento, no son más que espontaneidades del acto de la comunicación verbal, salen de la boca y se van a cualquier lado excepto los corazones o los sentimientos de las personas. Las palabras son tan vacías como un abismo. Y, quizá, es por eso que se crearon los contratos legales, porque el hombre sabe de su naturaleza traicionera.

TEORÍA GENERAL TERCERA
-Todo cae por su propio peso

Todo lo que sube, tiene que bajar. Ley de gravedad, ley de la vida. Lo que solo se va, solo regresa. No es una ley física, pero sí de la vida. El karma se paga sólo, la vida es sabia, y el Ser Superior recompensa, provee. Él es quien hace justicia. El hombre no la hace, el hombre la deshace. Así como sucede con todo lo que toca. Porque todavía, aunque crea que tiene las cosas claras, no las tiene.


TEORÍA GENERAL CUARTA
-La cocaína es la madre de todos los males

Como todas las sustancias, pasa la factura. Pero esta con mayor fuerza que las demás. La coca es una planta sagrada que ha sido degenerada, ultrajada, por el hombre, y es por eso que, al momento de consumirla, lo que todavía queda de la planta en la sustancia química cobra vengaza y golpea al hombre. Lo engaña con toques de vanidad y presunción, con percepciones de sabiduría y magnificencia, para luego arrastrarlo por el lodo y hacerlo sufrir, abrirle los ojos y que vea su más triste realidad. La coca, la que degenera, pervierte, y mata. la sentencia la dicen en cualquier esquina de cualquier barrio: "la cocaína está en todos lados, compare".

Estas fueron cuatro pequeñas "Teorías", un adelanto nomás que fluyó así de la nada. Es que hay que ir apuntando... Ahora voy a seguir escuchando a Adam Beyer at Cocoon Amnesia Party Animals del 27 de julio de 2010, para que los tragos de saliva amargo bajen mejor.


martes, 22 de junio de 2010

The test


Nos encontramos en el “Z”, Diagonal de Miraflores. Aunque me demoré, llegué temprano. No quise sentarme en una de las bancas e ir ordenando algo, me paro frente al quiosco y leo titulares de periódicos y novedades de revistas miscelánicas. Tarda, y estoy nervioso. Me despegó de uno de los titulares y está ahí, aproximándose. Fuerte impacto. Cachetada en la cabeza. Puñetazo al corazón. Me acerco y la saludo como se saluda a una dama; con un beso en la mejilla. No pretendo más que eso, supongo es lo ideal. Se acerca más a mí y me da un fuerte, ¿cálido? (¿habrá sido cálido, habrá sido un engaño, habrá sido algo?) abrazo. Correspondo, como haría siempre a cualquiera de sus pedidos. Tiene un polo de Barbie que no me gusta y está un poco cochino y el cabello amarrado en un moño encantador. De acuerdo a los convencionalismos –qué sociedad que somos, qué robots que somos- contestamos preguntas habituales tipo cómo estás, qué tal te ha ido, después de cuánto tiempo. Caminamos un poco, ¿A dónde vamos? A tomar un café. La verdad yo no lo quiero tomar en “Z”, sin saberlo ya estamos cerca de McDonalds y propongo ir a Dunkin’Donuts. Me gusta la combinación café-dona-de-chocolate. Entramos al lugar y no da gestos de aceptación. Salimos: ningún café de ahí le gustaba. “Quiero tomar un café de un café”. Bueno, son ¿dos, tres? años, yo qué iba a saber que no le gustaba la combinación que a mí sí, yo qué iba a recordar que a ella no le gustaban las mismas cosas que a mí y viceversa (exceptuando el sexo y la marihuana –del sexo supe que le gustaba, mas no con exactitud si conmigo, de la marihuana supe que le gusto, mas no si tanto como a mí). Estamos entusiasmados o eso demostramos, o intentamos demostrar, o yo qué sé, vivo y punto, que fluya. Sigue bien simpática, bien simpática… Como todo hombre, tengo mi lado animal, y como todo homo sapiens, tengo memoria, e imagino sus sujetadores rosados que usaba o las tobilleras que nunca se sacaba al hacer el amor o al tener relaciones sexuales o al encamarse conmigo, no sabría como describirlo, porque para hacer el amor se necesita de dos personas, dos personas con un mismo sentimiento, para tener relaciones o encamarse se necesitan dos órganos reproductores complementarios y nada más, porque le daba mucho frío. Qué rico, igual, la chupada de teta. Sigo en el parque en verdad, me fui un poco, así soy yo, bien imaginativo, sin censuras, las cosas como son, sin tapujos. Su radio suena, lo saca de su cartera, “ah, dios mío, dónde estás, no te veo”, dice con emoción, voltea, allí está su amiga, quien era su vecina cuando vivía en su casa de San Isidro, una chiquita dos años menor que ella (creo), pero ya está crecida, yo la veo: ya no es una niña, aun así guarda el encanto de una de ellas. Ya ninguno de los que hace dos años o tres eran niños lo son, el tiempo no pasa en vano, han crecido. Su amiga le había dicho “estoy viendo a una chica igualita a ti caminando por el parque Kennedy con un chico igual a Bryan”. El tipo debía de ser alguien parecido a mí, mas no yo, yo era parte del olvido en la vida de Miel, ¿cómo así me desenterró? No sé. Tal vez ella tampoco. Tal vez solo sea un intento, una prueba para ver qué hay. Saludo a su amiguita y me hago a un lado de la corta conversación. Seguimos caminando. No hay mesa libre en la parte del café que da para la calle, en la zona de fumadores, así que cogemos una mesa de adentro. Sentada en mi frente la confundo con mi psicóloga y entonces descubro porque era tan abierto con mi doctora: su rostro es similar y sus senos de proporciones análogas; la imagen se desvanece rápidamente, no pasó nada. Se suelta el cabello, inclina la cabeza, me sonríe. Suspiro mentalmente. Qué bonita es. Cuánto detesto qué sea tan bonita. Si al menos ya no me gustara… Pero la belleza no se puede negar, yo no soy de ese tipo. La mesera, delgada, de jean y polo morado, se acerca, nos saluda, se presenta y nos deja la carta. “Siempre he querido trabajar en este café, pero ahora ya no, no sé por qué tiene que decir su nombre, qué antifashion”. –Felizmente te desanimaste, si no estaría como cojudo haciendo que mi vida gire en torno a este café, pienso-. Hace unos días me cogió un pequeño resfriado, estuve con la garganta fastidiada un par de días y de noches, aunque me encanta el frapé, esta vez elijo un moka común y silvestre. Ella se decide por una cerveza Corona. Me animaría, de no ser porque la cerveza se toma helada y porque es un psicoactivo y quiero estar con mis sentidos en su cabalidad, quiero estar objetivo, no dejarme distraer por subjetividades, suspicacias o distorsiones. Se demoran trayendo nuestro pedido y parece que se incomoda un poco, se disculpa porque va a tener que hacer una pequeña llamada. Tal vez es un break para la cita, para pensar qué está pasando, qué va a hacer. Yo aprovecho para ir al baño, donde derramo estúpidamente todo el jabón líquido en el lavabo. ¿Nervios? Damn. Me siento nuevamente, conversamos trivialidades, cuento algunas anécdotas del centro, como lo hacía antes trato de presentarle mundos que desconoce para que sepa más, para que conozca más, para que tenga más de qué hablar. Me estiro en el asiento, me acomodo, me desparramo, espero impaciente mi frapé que se demora más y más. Llega por fin la mesera, de nombre que no recuerdo, no trae mi orden, trae la de ella, la cerveza, y se confunde creyendo que es para mí. Según los patrones machistas establecidos de un país tercermundista la cerveza debería efectivamente ser para mí, no obstante ya estamos en el siglo XXI, despierta y vive, las mujeres ya no son las amas de casa de los setentas de faldas largas, corsés y picardía pero con reservación, es tiempo de descaro. Nos reímos. Me pregunta cómo va el limón, que nunca ha sabido cómo, bueno, yo tampoco, por lo que veo no es la primera cerveza que le despachan en el “Z”, después de todo han pasado años, yo estuve lejos y aislado y no era ni parte de su vida tampoco. Interpreto de varias maneras el pedido de la cerveza, sin saber cuál es la verdadera intención. ¿Soltarse? Es decir, tomar un poco para que la cosa fluya como fluyen las cosas con un poco de alcohol en la cabeza caliente. ¿Relajarse? Es decir, destensionar un poco y aminorar la presión del momento, tal vez incómodo ya por esas estancias. ¿O simplemente ninguna? Creo que estás siendo muy suspicaz, Bryan, no puedes con tu genio, afortunadamente sabes cómo eres y te das cuenta, si no ya estarías hecho un desastre y un mar de cólera, bestia. Llega mi moka, por fin. –Estás un poco gordita –le digo. Se incomoda, parece, ríe, no sabe cómo salir: -Sí, es que he estado tomando pastillas anticonceptivas y como que te alteran las hormonas. Y la putamadre. ¿Quién mierda preguntó sobre tu vida privada y peor aún de tu vida privada sexual? Carajo, ahora sí voy a ser suspicaz, me llega al pincho. ¿Qué coño me tratas de decir: a)”llevo una vida sexual bien abierta”, b)”me gusta que me den a pelo, detesto el condón, así que la que me cuido soy yo”, c)”no se puede confiar en que los hombres tengan un condón y a veces me pongo tan cachonda que lo tengo que hacer y no quiero tener todavía hijos”, d) “después de ti han pasado varios así que ni te sorprendas, y sí que me han dado”, e) todas las anteriores. Hija de puta. Así de rápido como se me desorbitaron los ojos los orbito de nuevo, nada ha pasado, tranquilo boby, tranquilo. Uno, dos gestos, y salí de la frase, fue una frase. Nada más. Cambio de tema. Ya ni sé qué hablar. Me cuenta algunas cosas de su ex enamorado, que se enamoró, que el huevón era un perro, que habló pichulada y media después de ella. La historia no es muy disímil de la que escribió conmigo. Claro que yo no me la pasé hablando pichulada y media, pero sí hice el cagadón. No tomo esto como una indirecta-golpe-bajo. Reacciono normal, entonces. Yo no tengo mucho que hablar de mujeres, y así lo tuviera, me reservaría de hacerlo. Ella era muy celosa, recuerdo, no podía ni tener amigas yo, más rápido me cuadraba… Así que hablo de otras cosas: “¿Fumamos?”. No quiere ir muy lejos, no acepta ir hasta el faro. Qué pena, es un lugar bien bonito para prender barulo. Entonces la bajada Balta, donde siempre fumo cuando mis bróders de Free Town y yo quedamos en encontrarnos en un punto medio para reír, fumar, y conversar. Ella está hecha una loca con la lengua (no, no me está besando, lamentablemente), y conversa de sus amigas, de cuántos hijos tuvo cada una, de que a uno lo cuidó en una guardería y que cuando un chico simpático se le acercó ella le dijo que era su hijo para quedar linda, y etcétera. Yo, cuando se trata de la hierba, entro al ritual y no me desconecto. No le falto el respeto, no la dejo de escuchar, tomo atención a todo lo que me dice, y pregunto si estoy interesado o acoto si es necesario, pero mi vista está fija en las ramitas, las hojitas, la carnecita y las pepas, mi tacto concentrado en esa especie de polvito que se te pega en los dedos cuando desmoñas buena hierba, y mi olfato en el perfecto aroma del cáñamo. Mis oídos sí son todos de ella, hemos quedado en una cita, y estoy en una cita. Si acepté es porque la quería ver, porque la quería escuchar. Y eso estoy haciendo. Ella me importa, así a veces me haga renegar, así me haya dicho lo de las pastillas anticonceptivas, que no me deja de merodear por la cabeza pero que ya qué importa, todos somos libres, déjate de pelotudeces, Bryan, be quiet and drive. Me alegro, porque recuerdo que a ella le gustaba fumar, que le gustó la hierba, y que en un momento compartió el mismo sentimiento que yo hacia la planta madre, yo era muy feliz, ella era mi aprendiz y me sentía orgulloso porque correspondía la vibra, parecía destinada a que la madre de todos los bienes, la hierba, la acoja hasta la eternidad en sus brazos, y que ahora iba a volver a fumar después de mucho tiempo. Y yo sé qué es volver a fumar después de tanto tiempo… es una alegría. “Dios salve a la Reina. Y la Reina se llama María”, pronuncio como parte del ritual una vez ya entubada la hierba en un canuto casi calculado matemáticamente, y, con solemnidad, lo enciendo. Ahora estoy con ella, mi madre, mi mentora, estoy en sus brazos, sus tiernos brazos... Comparto el placer con mi ¿compañera?, a quien como de costumbre se le apaga el canuto luego de un par de toques; no muchas cosas han cambiado, veo. La hierba la acelera más y ahora conversa a la velocidad de la luz; es impresionante. Yo la observo y me río, trato de imaginar qué está pasando por su cabeza que es tan divertido. Me cuenta miles de cosas, pero pasa lo que pensé podía pasar: se suelta mucho y se frikea. “¿Con cuántas mujeres te has acostado?, me pregunta, ¿Cómo se llaman? ¿Cuántas perritas de tus amigas han sido tuyas?”. Preguntas inadecuadas, Miel, una bomba nuclear cayó en nuestra cita. Mal paso: al abismo. Meto el parche: “Hey, hey, qué pasa? Tranquila, ninguna, esa pregunta no es adecuada”. Y ella lo sabe; se disculpa. Se le subieron un poco los caballos. La hierba es un psicoactivo, pues, hay que estar preparados, después de tiempo el viaje puede ser fuerte y las impresiones, por ende, también y con mayor razón. Se le destapó la caja de Pandora a mi chiquita, putamadre. Este incidente eclipsó todo. Yo me mantengo más callado que conversador y no recuerdo muy bien cómo sosteníamos el hecho de estar uno al lado del otro, muy probablemente detestándonos y sin saber cómo huir de esto, sabiendo que sería descortés dar por terminada la cita con un accidente tan desagradable. Así que hacemos lo que se hace en la calle: caminar. El silencio nos ha visitado, y forma parte de nuestro encuentro, se ha instalado incomodando a ambos. Ella ya parece tener que irse, tiene que ir a una fiesta en la noche sí o sí, por lo que noto, soy un caballero, y ella es una dama, debo acompañarla a tomar su carro. Caminamos hacia Angamos con Arequipa y en el transcurso un a joven nos ataja. Usa su labia y nos engaña diciéndonos que si respondíamos a un pequeño test publicitario nos daría un regalo: Nada perdemos, así que aceptamos. Nos echa un poco de perfume a cada uno en la mano, según ella es un Carolina Herrera, pero en la caja no dice eso y Miel se lo hace notar, la chica evade. Nos ofrece una oferta: por la compra de uno llevamos el otro gratis, o sea uno para hombre y uno para mujer. “Para que le regale a su enamorada”, me dice. Ráfaga de viento en la cara. Miel disimula la incomodidad riéndose y aclarando que yo no soy su enamorado, yo hago eco de lo que dice. La joven nos pide disculpas y cuando preguntamos cuál era el regalo resultó ser la oferta. Siendo estafados y confundidos como una pareja seguimos hacia Angamos. En el paradero le recuerdo que se eche gotas en los ojos. Le pregunto si se siente bien, si tiene controlada la stoneada. Me dice que sí y confío en ella. Su carro pasa al rato, se despide apurada con un beso en la mejilla y sin el abrazo ¿cálido? del saludo. Veo como se embarca, que esté bien, que sea el carro correcto y retrocedo a las bancas del paradero. Me desparramo en la banca, algo inquieto, observo los carros y la gente pasar, tiro mi cabeza para atrás, veo el cielo, ya azul lívido, cruzo mis manos y no sé qué hacer. Es temprano. Es de noche, además. Debo quedarme en la calle. Yo, a diferencia de ella, no tengo nada en particular para la noche, a mí me tranquiliza y me contenta fumar, no necesito unos tragos y un montón de gente rodeándome, necesito a alguien con quien se pueda tener una conversación interesante y entretenida para estar contento. Me acomodo en la banca un rato, sin saber qué hacer, a dónde ir, con quien conversar. Los carros pasan frente a mí, son imágenes, nada más, puesto que yo estoy concentrado en otra cosa, o en muchas otras cosas. Pienso, y veo que los carros no dejan de pasar.

lunes, 7 de junio de 2010

Regénesis


Tomó mi café, esta vez no es un frapé, por más que me agrade me abstengo, de lo contrario voy a estar peor de la garganta y faltan pocos días para el sábado. No me pienso perder la noche en Bernabé. Una chica pasa a mi lado y se sienta una mesa más allá. Prende un cigarro y apoya los codos en la mesa. Nos miramos de lejos y parecemos reconcocernos, no se de dónode. Alzo la mano para ver si responde a mi señal y así pasa. Se acerca a paso lento y toma asiento en mi misma mesa.

-Nos conocemos?
-No sé, tal vez de otra vida.
-Debe ser, me pareces conocida, es como una intuición, mas no sé de dónde. Debe de ser, com tú dices, de otra vida. Por lo que escucho crees en las otras vidas.
-Creo en las otras vidas y en otras cosas más.

Su serquillo no me deja verle el ojo izquierdo, el derecho, que sí veo, es color café. Sus labios son delgados y pequeños, no tiene ningún tipo de maquillaje en el rostro. Está natural.

-Interesante. Pareces caerme bien, pero no todo lo que parece es. ¿Qué te has pedido?
-Un cortado.
-¿Muchas ganas de quitar el sueño?
-No, ese café era el favorito de mi padre. Soy su primogénita, y continúo con su tradición. Espero que mis hijos, si los tengo, sigan con esta.
-¿Cuántos años tienes?
-¿De cuántos parezco?
-Pareces no tener edad, tu rostro es eterno.

Bota una bocanada de humo, mentolado, afortunadamente. Se me antoja y yo enciendo uno de los míos también.

-Eres el primero que me dice eso, será porque identificamos conocernos de otra vida.
-Debe ser eso. ¿Qué te trae por este café?
-Nada en especial, venía de chequear unos libros en Crisol y se me apeteció una bebida caliente. Y a tí?
-La nostalgia. Sentarse en el café a beber es para mí sinónimo de pensar y meditar, tomar las cosas con calma, hacer una pausa.

Su cuerpo es delgado, no tiene muchos senos y tampoco trasero, esto no es impedimento, la ropa que usa es bien relajada, le cae perfecto, se le ve muy bien, es la onda que me agrada. Cruzo las piernas y me arrecuesto en el asiento. Aspiro el cigarrillo y pregunto con comodidad.

-¿Ya cuántas vidas vas?
-No las suficientes como para pagar todos mis karmas, me falta mucho que recorrer por la rueda de las reencarnaciones, soy conciente que aún no he llegado a la perfección, estoy lejos del Nirvana.
-Parece (una vez más, parece) que atravesamos la misma situación.
-Llenos de coincidencias, ¿eh? ¿A qué lo atribuyes?
-Al universo, el encargado de que todas las piezas del engranaje concuerden para que siga funcionando esta máquina. Todo esta calculado, hasta cómo terminará esta tertulia, aunque lo que bebemos es café, en verdad.

Emite risas. El café es como la biblioteca de la que hablaba Borges, es un lugar donde están contenidas muchas historias, todas las historias, la diferencia es que en la biblioteca todas las permutaciones imaginables están escritas, perpetuadas en el papel, en cambio, en el café la transmisión es oral, lo que hace que hayan muchas más permutaciones aún, porque es sabido que la transmisión oral varía de generación en generación hasta que no se sepa cuál fue la historia original. Nosotros no somos los únicos que estamos sentados, parecemos serlo, porque los demás están a mucha distancia (no física) de nosotros, ya han habido muchos otros como nosotros que han ocupado estas mesas e incluso las mismas bancas cubiertas por sacos de café donde se reposan nuestros traseros. Es posible que hasta nosotros dos nos conozcamos de otra vida pero de este lugar, es sólo que el universo se encargo de recolocarnos. No es una casualidad, porsupuesto. Algo debe de haber.

-¿Soltero?
-Sí. ¿Cómo así?
-Se nota en tu rostro, vamos, tú y yo sabemos que vemos más profundo que nuestros ojos, llevas mucha melancolía dentro (además me lo has dicho). Ha pasado bastante tiempo y sigues así, te preocupa en parte, y en parte, no. Estás libre de alguna forma, y tus amigos están ahí. A ellos les suceden cosas similares, a la gente común también, pero nosotros somos más vulnerables, no sé si sea un defecto o una virtud del espíritu, de todas formas asimilamos los eventos con mayor gravedad que la gente corriente, y el impacto causado genera heridas.
-Sabes más de lo que pensaba que sabías. Una vez más me ganaron mis prejuicios. Lo tuyo es ¿Cocaína?
-Lo era, ahora sólo porros, tratando de mantener las cosas en calma. Tú, porros, de hecho.
-Psicodélicos en general, pero los estoy dejando, ya no me gusta mucho el frenesí, ¿sabes? la época de mi vida en que seudo solucionaba mis problemas ingiriendo más y más bombas que desolarían mi cerebro ya pasó, es mejor relajar. Lo mío es relajar. Indudablemente.
-Psicodélicos... deben ser fuertes. Nunca los he probado. Me gusta Warhol, The Velvet Underground, y esa onda bien ácida, pero el estado locuaz de la cocaína...
-Sí, es rica la cocaína, lamentablemente muy perversa. Es importantre tener en cuenta que es una planta que el hombre la ha denigrado, sabes que la coca es una hoja ancestral, desde los tiempos de los incas, sin embargo el hombre, por su avaricia, codicia, y perversiñón, la ha contaminado con químicos despreciables, el resultado es que luego, esta planta transmutada, toma venganza sobre nosotros, y los efectos que nos produce pueden ser en un inicio agradables, mas después, son aterradores. Te ha pasado, te lo aseguro.
-Aciertas.

Mi café se está enfriando, bebo lo que queda de un par de sorbos.

-¿De qué época seremos, no?
-Siempre intriga. Pero no hay que darle tantas vueltas, woman, vive la realidad. Hace mucho descubrí que tanto redundar en la cantidad de universos paralelos que existen no sirve de nada, puesto que su conocimiento no saca beneficio del unierso en el que estamos situados. Pueden haber mil universos y mil épocas, mil Rolandos paralelamente a este, que toma café contigo, Melani, pero en este momento el único Rolando del que soy partícipe es este.
-¿Cómo supiste mi nombre?
-¿Habíamos quedado en que nos conocíamos, no? Me lo dictó el universo, y punto.
-Sí, nos conocíamos, pero yo no había descubierto tu nombre.
-Mi identidad es compleja, soy mil hombres a la vez. Jamás podrías acertar.
-Te apuesto a que sí.
-¿Soberbia?
-No, confianza, seguridad.
-Vale, me caes bien.

En el universo, una galaxia es absorbida por un gigante vortex, un hoyo negro, y estos dos bebedores de café desaparecen repentinamente. Aparecen otra vez, uno al lado del otro, separados por el tronco de un árbol. No llevan ropa, sus cuerpos están desnudos. Se miran, con asombro.

-¿Tú eres la del café, cierto? Yo te conozco de otra época.
-Sí, tienes razón. Tú eres Adán.
-Descubriste mi nombre.
-Me tocaba a mí, no en todas las dimensiones ibas a ser tú el gitano de la bola de cristal.
-Vale, entonces tú eres Eva.
-Estás en lo correcto, porque sí tú eres Adán y yo estoy aquí sentada y desnuda y no veo más que animales...
-Debemos reproducirnos y crear otra humanidad.
-Así parece, también.
-Bien, cumplamos nuestra misión.

Enlazan sus piernas, enlazan sus brazos, enlazan sus cuerpos, mientras que una serpiente, desde una rama del árbol de la manzana, serpentea con su lengua, y fija bien ambos objetivos en su mirada. En esta ocasión no les hará nada, no logrará convencer a Eva de que coma del fruto prohibdo, y en esta versión de la humanidad todos andaran desnudos, puesto que no poseen la vergüenza, ya que todos son iguales, y comerán del fruto de la tierra por siempre, así cómo convivirán con los animales, a los que les han ido poniendo sus respectivos nombres. A la serpiente un águila la cazó y no se supo más de ella. El edén se cumplió, es otro universo más, es la cabeza de otra persona, quizá.

domingo, 6 de junio de 2010

De buenas y malas

Existen buenas y malas rachas. Buenos y malos tiempos. Yo estoy pasando por una mala racha. Ya desde hace vario tiempo. Las malas rachas se caracterizan por ser desagradables, frustrantes y desesperantes. Parece que todo te sale mal. Estás tuerto: tienes la capacidad de ver lo negativo, mas no lo positivo. Filtraje. En una mala racha puedes reaccionar de diferentes maneras, puedes lamentarte o cuestionarte de por qué atraviesas esa racha tan negativa de la que te quieres deshacer, y retroceder en los hechos para hallar que hiciste de mal a quién o con qué para encontrar qué karma estás pagando. Puedes hacerlo, y ten por seguro que no vas a llegar a ningún lado. En una mala racha hay varias cosas por hacer, como ya dije, pero la que se debe hacer es una: ser fuerte. Resistir. Sobreponerse. Eso es. La mala racha no va durar toda la vida, su nombre lo dice, no es más que una “racha”. A veces sí se ponen bien trágicas las cosas y quieres asesinar la racha con una ráfaga de cocaína en una noche de conversación privada. Es parte de la mala racha, si sucede o no, no altera la situación. Es válido, después de todo. Es como la guerra, todo es válido, pero siempre conciente. Puedes engañarte pensando que quieres distraerte y alocarte todos los fines de semanas o días juergueables para salir y escapar de la racha en unos tragos de alcohol o en la almeja de alguna mujer que conociste esa noche y que sí ayudó, porque te sacó la leche, mas no te satisfizo; le diste con desprecio, sin pasión, la arrimaste a una esquina de la cama, no la besaste, sino le extrajiste su boca, dejaste que te la chupara mientras veías como sus ojos de zorra sedienta, también, quizá, tal vez, por lo mismo que tú, por una mala racha, miraban tus ojos extraviados, la abriste de piernas, le lamiste la concha –si es que se dejó, si fue tan valiente como para recibir placer-, la cogiste por la cintura, le diste la vuelta, la penetraste contra la pared, arrojaste todo tu sudor sobre su espalda y tu animalidad sobre su persona. Desahogaste. Nada más. Ayudó, sí; solucionó, no. Al final fumas un poco más de hierba y o te quedas echado sin importarte qué siente o qué sintió y dejas que se bañe y se largue a su casa. Una zorra, al fin y al cabo. Sin embargo cuando ya eres más pensante, tomas con calma la mala racha. ¡Porque sabes que va a terminar! Que “todo tiene su final”. Entonces pasas los tragos amargos de saliva y los soportas. Estás opacado, underground. Yo ya pasé el mayor tramo de la mala racha, supongo, y ya no me importa salir a podrirme un fin de semana para olvidar en vez de superar. Pienso, tengo 22 años, no soy un púber más con la polla caliente y ganas de lucirme con mis amigas de cabellos castaños, ojos claros y cuerpos delgados maquillados por la ropa de moda. Soy de un barrio bohemio, nostálgico, melancólico. Soy parte de éste barrio. Soy un escritor, un artista, un abstracto. Se complementan ambos. Tengo un trabajo que no me gusta, que es parte de mi mala racha, y no tengo con quién conversar. No obstante, nací sólo y cuando muera, será, también, sólo. Así que tengo que aprender a vivir solo. Tengo uno o dos amigos y confío en ellos, salimos, fumamos petardo, y recostado en la palmera o en las bancas celestes con vista y oído al mar, me tranquilizo, y pienso lo mejor: que todo esto va a terminar. Porque la mala racha es espesa, pero un solo hecho la aniquila: un buen golpe de suerte. Una cosa que te pasa bien, que sientes que verdaderamente fue buena, y puedes alzar la mano y despedirte, porque la mala racha quedó ahora donde debió estar siempre, atrás tuyo, a la vuelta de la esquina, lejos, y sin intenciones de aproximarse. Y cuando menos lo creas, vas a mirar atrás y vas a cagarte de la risa de lo que te pasó.

martes, 4 de mayo de 2010

Barrio

"Un hombre alado prefiere la noche"

-Soda Stereo.


Él ve el sol, si es que lo hay -porque ya terminó el verano y ya empezó el otoño y no todas las mañanas son soleadas y si lo son es porque el calentamiento global ha indefinido las estaciones y ya no es como antes que a cada temporada correspondía determinado clima, ahora son sólo denominaciones; el clima siempre está desordenado, predomina uno sobre otro, pero sólo eso, predomina- antes de entrar al trabajo. Es perezoso, puede despertarse temprano a hacer deporte, pero le da flojera, así que se despierta para bañarse, desayunar, alistarse e ir directo a la tienda. Es a través de las lunas del transporte público y de sus gafas (ya que haya o no sol las usa siempre por el día) que lo ve. En la tarde durante su refrigerio tiene la opción de salir un rato a dar una vuelta y fumarse un cigarrillo, como lo hacía cuando recién ingresó, pero es peresozo y ahorra ese tiempo para dar una cabeceada en el sofá. Sale tarde, no tan tarde como el concepto que él maneja de tarde, pero en la actualidad lo es. Valora mucho su tiempo. Regresa en el transporte público, aunque usualmente lo tienta la idea de regresar a pie. Es que la noche es... todo. Siente el friesito en su cuerpo y ve el cielo seminublado, con las luces de los faroles apañadas de agua en estado vaporizado y le entra el antojo, la nostalgia, el caminar solo y pensar, ahondar en sus pensamientos y analizar cómo van las cosas y cómo irán. Al llegar a casa cena, está medio peleado con sus padres, tienes sus diferencias debido a las distintas maneras de pensar y de tomar la vida, no es algo sorprendente, es lo contrario, totalmente natural: ambas partes han crecido en épocas completamente difrentes y han vivido cosas de índole, también, desiguales. Ha perdido el buen hábito de leer, está en sus planes retomarlo, pero quiere leer tantas obras que no sabe por dónde empezar, tiene pensado desde releer algunas obras como la trilogía de Tolkien o investigasr en la mitología nórdica, Beowulf e historias similares. Tesoros, aventureros, codicia, tierras lejanas, dragones, todo eso lo atrae. Debió nacer en esa era, piensa y desea de vez en cuando. Ya no quiere leer a Sartre, ni Camus, tiene claro que nada de existencialismo que respalde creencias pesimistas. Esa noche tiene planeado entrar a casa y ver History Channel, comunmente encuentra programas atractivos, pero luego de agradecer, como ahora acostumbra, a Diosito por cuidarlo, dirige su mirada al cielo y ve la luna llena, la resplandeciente luna llena. Inmediatamente siente el agua fluir por su cuerpo y sus ánimos se inquietan. El año anterior no disfrutó ni una sola noche de frío en su barrio, y quiere sentirlo de nuevo. En Barranco la mayoría de los jóvenes, y hasta viejos, fuman hierba (y consumen otras sustancias psicoactivas). Es común en ellos, el distrito es bohemio de por sí, el distrito los hizo así. Está en el aire. Hace un par de llamadas con la radio y en diez minutos está en las bancas donde él solía fumar y donde Ricky, un conocido pastelero, recogía ripios de hierba para armar sus cigarrillos de pasta básica y dormir, bueno, eso fue hasta que alumbraron las bancas y no hubo más espacio para él, un zombie. Ahora deambula por los buses con su guitarra -que por fin logró poseerla más de cinco noches sin que se la roben mientras dormía- cantando "María" de Vico C mientras babea y hace el peor espectáculo jamás representado y presenciado. En fin , se dice que por pena los pasajeros le dan unos céntimos. Se encuentra con uno de sus bróders del barrio, quien se ha vuelto un petarderazo y le ha dado la razón a quienes le decían que tarde o temprano terminaría comprando pacos de hierba, que fumaría en su casa, que fumaría solo, que computartía pesos y que ventanearía por un tiempo para que su vicio le salga gratis, él no quería admitirlo porque argumentaba que si hacía toda, o una de esas cosas, sería un fumón, y él no lo era. No lo era, ahora lo es: le da igual lo que le decían y se siente orgulloso de lo que es. Está bien, defiende sus derechos tercamente, ningún serenazgo lo bota de ningún parque por fumar hierba. Está en su derecho, como todos nosotros. Él tenía siempre hierba, actualmente no. No importa, la hierba no se niega, al igual que el agua, es fruto de la tierra y está para que la compartamos, así como las ideas que nos inculca. De todas maneras enrrolla el petardo, ha salido un buen petardo, en todo sentido: tamaño, forma, calidad. La ley del duende: el que lo enrrolla lo prende. Acerca el encendedor a su boca, donde sostiene el wiro entre las comisuras de sus labios. Lo enciende y le da los primeros toques. A la neblina del cielo se adhiere el humo místico. Y ahí están, haciendo honores a la luna llena. Sosegándose.

viernes, 19 de febrero de 2010

La vida continúa (Life Goes On)

-¿Y no le dijiste nada?
-No.

Está sentado en una banca en la misma avenida, cerca a su trabajo. Ha llegado unos minutos antes y se toma su tiempo para fumar un cigarrillo antes de entrar. Ve por la pista cruzar al personaje que lleva el corte y la musculatura del Soldado Universal. Lo reconoce en un instante, sabe quién es, no puede olvidarlo. Paulo, de cabello hirsuto, corte militar y gestos rudos, se le acerca y lo saluda. -¿Cómo estás, bróder? -Bien, ¿y tú? -También, y terminaste esa huevada? -No, me salí. Paulo mueve la cabeza, vuelve a hablar: -¿Y, ya la cagaste? -No, miente Román, estoy tranquilo, alza la mano, muestra el cigarro, fumo mis cigarritos nomás. -Está bien, le responde Paulo, yo estoy metiéndome mis wiros. -¿Osea que ya no vas a Surco? -No, con qué cara voy a ir, un día me pegué una trancaza y nunca más regresé. Ya no pienso regresar nicagando, la vida continúa. Estoy haciendo harto deporte. -Manya, está bien. -Sí, bueno bróder, nos vemos, voy avanzando, un gusto. Se estrechan la mano y cada uno vuelve la mirada a su lugar. Román da las útlimas pitadas a la colilla y se prepara para ingresar al trabajo, algo consternado.

-Pero le pudiste decir algo.
-Sí, pude, pero no lo hice. Es increíble.

El sujeto que le hizo la vida imposible desde el día que entró al centro y demostraba tanta capacidad, rigidez y motivación a cambiar no había resistido la calle y había vuelto al consumo. Román no le había dicho nada porque para él era algo normal, sabía que la condición del adicto es complicada, y que prácticamente éste no puede resistirse a su enfermedad y frente a los placeres -cuales sean- que se le presentan. Siempre le decía: "En la calle no es como acá, si la cagaste la cagaste, y te vas por un tubo". Quizá Paulo estaba ya en el tubo, pero eso no interesaba. Su comunidad no parecía una comunidad, parecía un batallón del ejército, no por la cantidad de personas sino por la actitud que demostraban y el entrenamiento que llevaban. Más que estar siendo preparados para rehabilitarse y reingresar a la sociedad sin temer pasar frustraciones y emociones equívocas parecían estar siendo entrenados para la guerra. Eran la comunidad más sólida del centro, y los de más confianza. Día a día sudaban gotas de pudor en el patio y se reparaban ante la indecisión y el sentimiento de derrota. Lo que pasaban era duro. Pero Paulo estaba ahí para hacerles compañía, se encargaba de dirigirlos y aconsejarlos, ponía la mano dura, pero al final del día, en la noche, antes de ir a dormir, conversaba con los muchachos y los motivaba a cambiar, a seguir adelante, a no regresar a esa vida pasada de mierda que habían tenido, se los decía él, que era consumidor compulsivo de cocaína, que estaba por segunda vez en el centro, que ya no quería sufrir más. Él, que también luchaba, que también se esmeraba, que también hacía todo lo posible para rehabilitarse, porque sanarse no podría nunca, porque los adictos no se curan jamás, mueren enfermos. Él, él había caído, y ya no le importaba, seguía adelante.

-Fue lo más importante que me dijo: "la vida continúa". En el centro era duro con sus palabras pero certero, y esta vez también lo fue. No podemos dejarnos caer por un simple tropezón, nuestra vida sigue, y nosotros no podemos pararnos por un percance. Hay que hacer frente a lo que se nos presenta, total, para eso hemos sido entrenados.
-Osea que te parece bien lo que está haciendo? Estás loco.
-No es que esté loco, es simplemente que yo sé que es pasar por ese lugar, y no creo que esté rehuyendo a su realidad, como ahí le dirían, sino que está llevando su vida como él cree que debe llevarla y punto. ¿Por qué habríamos de privarnos de algunos placeres? Solamente porque una o dos veces no lo supìmos llevar? No creo que sea así.
-Creo que te estás justificando para un futuro -dijo.
-Tómalo como quieras.

Ella retomó su postura dulce y decidió atacarlo por otro lado: se acurrucó en su pecho y le masajeó del cuello, como se lo hacía a su gato cuando lo quería engreír.

-Prómeteme que no vas a volver a fumar ni a drogarte -le dijo-, ya me tienes a mí, ¿qué más puedes querer? Has sacado clara ventaja a los demás de la tienda. Te envidian -ríe.
-Sí, sí... Está bien, tienes razón, te lo prometo, no te preocupes. Eso ya pasó para mí, ya sé qué es, qué se siente, no es ninguna novedad -recordó qué es fumar un joint, qué es meterse un par de buenos tiros, que es mascar unas cuantas pastillas bien amargas y sintió el gusano correr por su estómago.

Ella despejó su cabello castaño y lacio para atrás y cambió de posición; se puso de costado, lo tomó por el mentón y lo besó. Él le correspondió, pero mantuvo los ojos abiertos, viendo su rostro colorado y sus pesones rosados de 17 años.

lunes, 1 de febrero de 2010

Un hombre más

El día que llamé a mi madre por teléfono entusiasmado y le dije que iba a la reconquista de mi amor me se quedó callada por el auricular. Yo interpreté su silencio como algo malo, así que la alenté. No lo logré. Mi madre me preguntó si es que estaba seguro y me dijo que iba a ir comprándome mi pañuelo de lágrimas. No creí que fuese necesario, me sentía optimista y un futuro triunfante. Las posibilidades de fracaso no cabían dentro de mis expectativas. Hasta ahora no he llorado, todavía no me sirve el paño de lágrimas que efectivamente compró mi madre, para que le dé la razón eternamente y escuche lo que ella me dice y no lo que me dice mi corazón. He fracasado en todos mis intentos. Y ya estoy empezando a sentir la pegada, la ausencia de una persona a quien contarle mis problemas es notoria. Demuestro que no estoy preparado. Le doy la razón a todos los demás cuando decían que no estaba preparado. Descubrieron todo lo que hice después de mi salida, nada fue penalizado, sin embargo corrieron varias versiones. Estaba prohibido conectarse a Intenet,. pero yo me aprovechaba de la nobleza de mi hermano" y lo hacía. Las primeras veces me contec taba como desconectadoal messenger y conversaba con mis más cercanos y de confianza. La bandeja de mi e-mail estaba vacía, y no supe nunca quien me escribió. Tardé en envalentonarme y abrir su facebook. Trataba de no hacerlo. No esperaba nada catastrófico tampoco. Me aguanté varias semanas. Pero una tarde, después de jugar pelota, día miércoles, regresamos a la casa y me enviaron a comprar una cajetilla de cigarros y una pastillas, y como las dos cosas se compraban en tiendas distantes entraría a Internet y daría com excusa la lejanía de los lugares. Ya lo tenía planeado, me estaba reprimiendo, esperando el momento. Le di los 50 centavos al muchacho y entré, antes que al msn, al facebook. Ahí tipé su nombre. La foto que salió fue desalentadora, la vi en pequeña, no la maximicé. Salía besando a otro chico en una pose idéntica a una foto que teníamos, ella salía en el mismo lugar que aquella foto, y el otro en el que estaba yo. Me desconecté rápido y caminé con premura a la tienda de Isaías a comprarme un cigarro y uno de los recados. Lo fumé rápido, con ansias, con la camiseta pegada a causa del sudor del partido y el calor de la tarde. Tenía que ser el único, de lo contrario llegaría a la casa apestando y tendría problemas. Pero en la otro tienda no me contuve y compré otro cigarro más. Lo fumé por la avenida, a expuestas de que uno de mis encargados me vea, pero eso me tenía sin cuidado. Lo fumé más rápido que el primero, lo acabé una cuadra antes de la casa; me metí un par de Halls a la boca y froté mis manos con alguna planta. Entré, di los recados al encargado y me bañé. Los pensamientos volaban, pero eran vacíos, evitaba todo tipo de especulaciones o cavilaciones. Una vez en la ducha dejé que me caiga el agua fría por todo el cuerpo, y en la ventana se veía como el sol se iba guardando y desaparecían los mosquitos. El agua caía y caía, giraba en círculos para que ninguna parte de mi cuerpo se quede sin mojar. Respiraba hondo, como me enseñó Papá Baschuk, inhalar, retener y exhalar, 5 segundos cada uno. Me vencí, no lloré, pero me arrodillé en la ducha y me quedé ahí por un buen rato mientras el agua me caía a la espalda. Me agarré de la cabeza, como tapándome los oídos, queriendo cubrir del mundo exterior. Me sequé y salí del baño fingiendo que nada había pasado. Necesitaba contárselo a alguien, desahogarme, pero no confiaba en nadie. Cogí mis llaves de dinámico y me hice cargo de la casa. Envié a todos a la asamblea y al grupo de cocinar a su cocina, a la C-C. Cuando me fui descubrieron que había entrado a Internet, que había entrado al facebook, y mi "hermano" contó que sí, que la había visto en el face -se lo llegué a contar, y me felicitó porque aún después de eso seguía ahí, en la casa, "donde debía estar"- y todos dijeron que por eso me había ido; por ella. Yo lo negué siempre, hasta a mí mismo me lo negué, me mentía creyéndome que había salido porque pensaba que ya era hora de que me encargue de mis asuntos y porque extrañaba bastante a mis amigos y ellos me necesitaban a su lado. Con el tiempo me he dado cuenta que lo hice por ella, sin razón alguna, creí que la recuperaría. Ya no cuento con Papá Bascuk para que me grite hasta reventarme los tímpanos que soy un idiota y que debo olvidarme y romper en absoluto con mi pasado, que si no regresaría a lo mismo de antes. Se me hizo imposible en ese entonces y ahora también. Me rehusé a hacerlo. Viajé con la intención de olvidarla, de sacarla por fin de mi vida, esta vez si estaba decidido, pero algo en el destino lo impidió, e hizo que surta el efecto contrario: que me apegue más a ella. Ahí fue cuando llamé a mi mamá entusiamado. Hoy los días son de derrota, ir al trabajo y esperar que se termine para regresar a casa, sintiéndome instisfecho de quién soy de lo que hago. Las cosas cambiaron mucho. No la pude volver a ver, tampoco. Hablamos por mensajes una vez, eso fue lo máximo. De ahí he fracasado. Intenté con fuerza, pero fallé. Va a costarme aceptarlo, a veces quisiera ser como ella, que logró sacarme de mi vida, pero tal vez eso se deba a que soy insignificante e intransigente, en cambio, ella eso lo contrario. Quedé marcado, si se abre mi piel a la altura del pectoral izquierdo se ve una herida, una herida que no se ve sobre la piel, sino dentro, como en el centro de la tierra, o en el origen de los hombres.

viernes, 29 de enero de 2010

Pensando en ti

Sale del trabajo temprano (5' antes), ha tenido suerte. Ha sido una jornada tediosa y sobretodo aburrida, las últimas horas pasaron más lento de lo normal. En la sección de zapatos de caballeros no debería estar tan aburrido, las impulsadoras de otras marcas y los del mismo shopping (Saga) están cerca, pero él es antisocial, no conversa con nadie, pareciera que le han puesto butapercha en la boca. A la hora del almuerzo tampoco lo hace, va al comedor, calienta su comida y no se sienta cerca a grupos de personas, sino busca el espacio vacío. Así es su naturaleza. Quizá con el tiempo tome confianza con uno u otro, pero eso no lo sabe, sabe que al menos él no se va a acercar. Antes de entrar a su casa pasa por la de su tía, donde tiene que recoger las llaves y quedarse un rato para saludar a su primita que está de cumpleaños y cumplir con el compromiso. Sacó provecho en algo, tiene dos cigarrillos más, esta noche no tendrá que comprar otra cajetilla. Llega a casa ansioso, desea escribir, desde hace días que no lo hace porque llega con ganas de dormir nomás, y se conoce; si es que se sienta frente al computador nadie lo sacará de ahí en un mínimo de dos horas, y él prefiere descansar para no levantarse amodorrado al día siguiente e ir desganado al trabajo. Pero mañana tiene día libre, y esta noche podrá escribir. Prende el ordenador y pone algo de música, comienza su tarea literaria y la interrumpe por el calor que hace. Una ducha lo refresca. No se arropa, aprovecha que no hay nadie en casa y se queda en boxer, prende un cigarrillo en el cuarto y sigue escribiendo. Ha leído, en las cabinas, el mensaje de su amigo, casi hermano, que no está en Lima. "Ya no seas huevón, deja de llamarla", le respondió al mail que él le había escrito. Solían contarse las cosas, especialemente las dudas del corazón. Pero su amigo, casi hermano, es incoherente, no llama a su ex pareja pero si le recibe las llamadas y luego está confundido. Cosas que nos pasan a los hombres, hombres que fueron tocados por el amor. En el trabajo ve con frecuencia a chicas muy simpáticas, es cierto que en la boutique de Tommy, en el Jockey, veía muchas más, ya casi estaba acostumbrado, y que en Miraflores ve de todo, pero siempre hay alguna que sorprende. Sin embargo, no deja de pensar en ella, no logra sacarla de su cabeza. La ha llamado dos veces, ambas sin ningún éxito. Pero parece estar entrenado para el fracaso, a veces piensa que le gusta flagelarse, y tal vez eso piense también su amigo, casi hermano, pero no, sabe contener el rechazo y verlo de manera positiva. No lo alienta, lo desalienta, le quita las energías y lo pone melancólico, pero no sabe por qué después de renunciar por unos segundos, le regresan las ganas de intentarlo de nuevo. Una especie de imán. No quiere nada en particular, nada de lo que ella piensa, sólo que se preocupa y le interesa saber cómo está, y claro, le gustaría escuchar el tono agradable y cordial de su voz. Cuando ella le habló, semanas antes, él correspondió; mas por eso ella no debe necesariamente corresponderle. Así que es consciente de cómo son las cosas. "No puedes con tu genio", le dijo su amigo, casi hermano, y agregó: "Eres un maldito". Era una forma de llamarlo, nada más, pero si se arreglaba la oración, pensaba él, podía tener algo de correcto: "Estás maldito", sonaba mejor, más acomodado. Las veces que se conectaba a internet demostraba que no podía con su genio. Recurría al facebook y la buscaba en la red, y cuando la encontraba le hacía click y ponía sus fotos. Obviaba en las que salía acompañada de su ex pareja, porque tampoco era un idiota ni le gustaba sentirse mal, veía en las que salía sola o acompañada de sus amigas, y la veía tan bella, tan hermosa, que todas las mujeres que veía a diario en Miraflores -debido a su trabajo- eran insignificantes. A él le gustaba ella, siempre le gustó. No sólo físicamente, sino en aspectos generales. Su carácter no era de lo más dócil, era lo contrario: caprichosa, engreída, voluble y hasta revanchista y resentida, pero así le gustaba. Veía las fotos y se deleitaba, viajaba de ida y regreso a la luna viéndola parada en su casa, en centros comerciales, en la playa. Veía a diario a chicas con shorts apretados, con escotes, con mini faldas o faldas atractivas a la vista, pero a él no le interesaban, le bastaba verla a ella con sus tops o bvds y sus jeanes, clásica, pero hermosa, genial. A veces miraba una foto por minutos, por horas. Se perdía en el espacio. Y le parecía que la escuchaba, que ella le decía cualquier cosa, aunque sea "Vete a la mierda deja de joderme la paciencia ya no te quiero más eres un imbécil ha pasado TANTO tiempo" pero no era suficiente para que se rinda. Él admite que sí, que quisiera tenerla a su lado y darle todo lo que no le pudo dar y que ahora se considera apto de brindarle, se cree capaz de hacerla feliz, y probablemente eso es lo que más lo motiva, porque su felicidad de ella para él es el cielo. Mas no lo sabe, quizá está viviendo su felicidad ya, sola y lejos de él, pero es terco como una mula. La ve en la playa, con su cabello ondeado, su mirada extraviada, sus gestos encantadores. Y no puede más. Crea poesías en su cabeza que nunca logra plasmar en el papel porque puede que sean muy grandes para un papel, un simple y ordinario papel, y escucha canciones y la visualiza a ella, sola o a su lado, en el pasado o en el presente, y hasta en el futuro. Será buena en todo lo que haga, piensa. Va a ser una verdadera mujer, aquella de las que se envidia tener, porque son buenas de corazón e inteligentes de mente. En oportunidades, en el trabajo, escucha canciones románticas de latin pop u otro género, y entonces le parece que el mundo lo condena -y ordena- a no olvidarla, porque esas canciones le hacen recordarle y pensar en ella mientras se olvida de los zapatos Tommy y las ofertas que debe ofrecer a los clientes. Si fuese Gustavo Cerati, Alejandro Sanz, Marc Anthony, le cantaría miles de canciones, todas se las dedicaría a ella, y no serían canciones despechadas, sino canciones entregadas al corazón desde otro corazón. Pero no es más que un simple escritor amateur, y lo único que puede hacer es escribir sus imperfecciones, pero lo hace con la mayor dedicación, esperando que salga bien, y que las líneas representen la inspiración y la razón que lo llevó a escribirlas. Ha escrito un cuento, intermitentemente, porque por momentos se quedaba pegado en lo que siempre se quedaba pegado, pensando en ella. Lo lee, lo corrige -la última vez que hablaron ella le llamó la atención por la cantidad de faltas ortográficas y desde entonces se preocupa de no tenerlas o de tenerlas en la más mínima cantidad- y lo deja así, ha sido una buena ficción, ha combinado bien las historias. Debería fumar otro cigarrillo porque ya quiere acostarse, no lo hace, apaga la PC y se echa en su cama, abraza a Doggy y a Bethoven, los peluches de su hermano que ahora son de él, y cierra los ojos, agradeciéndole a Dios por un día más de vida y de perseverancia. No lo sabe, pero esa noche soñará con ella. Y será un sueño bonito.

martes, 19 de enero de 2010

Reencuentro

Regresé caminando. Estaba medio molesto porque entraba a todos los autoservicios y no encontraba el helado que quería, es más, no encontraba ni la marca. Me di el lujo de pasar por el Olivar y ver mis recuerdos; el lugar donde fumaba cañón en vez de entrar a clases y las bancas donde me sentaba cuando recién empezaba mi primer amorío; desde que salí no había pasado por ese parque, recién me atrevía. Intenté atreverme pasar por la casa de un amigo pero desistí. El helado no estaba en la cadena de Plaza Vea y tampoco en la de Metro; a la vuelta de mi casa hay un grifo Primax y ahí sí venden con seguridad. Me encaminé al Primax más cercano: Benavides con República de Panamá. En el camino encontré el supermercado Vivanda, y como es sabido que ahí hay variedades, entré. Estaba por la parte de los quesos cuando vi a una chica que me parecía conocida, pero que no estaba seguro de conocer. La miré. Me miró y, ella sí, me reconoció. Entonces despejé mis dudas y supe quién era: Erika. Se acercó donde yo estaba comiendo unas papitas creo, no me fijé bien, no era lo importante. Estaba sorprendido, después de mucho tiempo la veía, y días antes me había acordado de ella.

-¿Y, cómo estás bróder? -me preguntó.
-Hola Erika, a los años -masticó sus papas.

Movió los hombros. La miré perplejo, casi hipnotizado, la boca abierta, los ojos bien concentrados.

-¿Qué haciendo?
-He venido con Marta, está por ahí con su flaco y unos bróders.

La eterna amiga, el obstáculo, la última vez que hablé con ella me dijo que ya no se juntaba con Erika porque se había follado a un chico que a ella le gustaba, entonces pensé que ya no se juntaban, pero las mujeres siempre se hacen perradas unas a otras y después se disculpan y vuelven a ser las mismas mejores amigas de antes, como si nada hubiera pasado, esa es su naturaleza: hipócrita y cansina. A ella no la podía ver, cuando regresé la llamaron por radio y solo dijo que me saluden, sabía a lo que se arriesgaba, ahora tenía una relación y debía mantenerla. Lo que no sirve se deshecha, así habíamos actuado ambos.

-Entonces creo que me tengo que ir -le dije.

Movió de nuevo los hombros, se le veía bien relajada. Parecía natural, casi le pregunté si estaba stone, pero era una pregunta estúpida, cómo no iba a estarlo, el único que ya no andaba stone era yo; es que ni se le notaba en los ojos... Seguía perplejo.

-Has cambiado bastante, Erika.
-Lo único que ha cambiado es tu cerebro, bróder.
-Si,puede ser. Dudé, y le dije: -¿Sabías... no?

La reticencia era evidente, si es que lo sabía.

-No, recién me enteré hoy. Justo le pregunté a Marta que había sido de tu vida y me contó.
-A...
-Has crecido, ¿no?

Sólo miraba sus senos, esos polos de lana delgada son todo, ese sujetador negro le quedaba preciso.

-Sí -le dije-, y a ti te han crecido los senos, se te ven enormes.
-¿Te gustan? -llevó sus brazos a sus senos y los frotó en mi cara pelada, les daba vueltas, los apachurraba, los juntaba... Su voz me despertó.

-¡Hey! Has crecido, ¿no? -me repitió- te has quedado pegado.
-¿Qué me decías?
-Que si has crecido... ¡¿Dónde estás, bróder?! ¿Estás stonazo o qué?
-No, ya no fumo -me pongo triste-. Ah, sí, un par de centímetros. No sé cómo porque ya tengo veintiuno, casi veintidos.

Yo seguía mirando como estúpido.

¿Dónde estás viviendo? -pregunté.
-En surco. El otro día te vi, y el otro también, y la otra vez también.
-Mira, qué raro. ¿Por dónde?
-Por el Cortijo. A la espalda, en esos edificios, ahí estoy viviendo.
-Ah sí, por ahí siempre paso. Sí recuerdo esa casa, creo que una vez fuimos a un "after". Manya.

Qué naturalidad de la mujer, estaba muy cambiada en definitiva, y cómo le habían crecido los senos. Nada que ver con la Erika de aquel 28 de julio, ya no tenía lentes, el cutis estaba más terso, daba ganas de acariciarla, de decirle vamos a tomar unas cervezas, yo las pago, estoy grueso, vamos a conversar; pero no, estaba su amiga, el eterno obstáculo (valga la redundancia). Así son las mujeres, no comen del plato y no dejan comer. Nada me costaba arriesgar, hacer la canallada, total, ella estaba con enamorado, no tenía nada que ver, pero no iba a arruinar una amistad por mi concupiscencia.

-Estás con la bragueta abierta.

La subí. También estaba con la verga erecta, felizmente no me lo marcó.

-Bueno, me voy a buscar a Marta. Cuídate, bróder.
-Un gusto. Cuídate, Erika.

Nos despedimos con un beso y una especie de abrazo. Buena vibra. Yo tomé el camino contrario, a la salida del supermercado. Cuarenta y tres cuadras antes, cuando prendí un cigarrillo, prometí no prender otro hasta llegar a casa, o al menos hasta estar por el Cortijo, cerca. Pero no pude. Saqué uno de los mentolados y lo prendí. No era suficiente. Boté el cigarrillo sin acabarlo y crucé la pista, entré a una tienda y me pedí una cajetilla de Lucky Black Series. Era lo que necesitaba. No fumé un cigarrillo, si no fumé varios, y me olvidé completamente del helado. La verga seguía erecta. "La estoy pegando de curita ya, esto es anormal, no puede ser", pensé. Me estaba quedando loco. Ese encuentro me dejó idiota. Ojalá me la encuentre otro día y esté sola y yo esté menos estupidizado. Yo lo recuerdo, nunca lo voy a olvidar, nunca olvido, esa noche me deseó y yo estaba tan drogado que ni me percaté, todos se dieron cuenta menos yo, el elegido. Imbécil.

lunes, 18 de enero de 2010

Un viaje extraño

Al llegar a Cusco lo primero que se me vino a la cabeza es que era un delito estar en ciudad con características tan autóctonas; sus empedregados y casas con balconcillos y tejados, rodeada de valles en todas las direcciones y dibujos que representaban el curso de una cultura predominante en su época, lúcido. En realidad, últimamente todo me puede parecer un delito refrente a la lucidez, porque ya la olvidé, no sé cómo es. Tardé algunos días en cambiar mi opinión; luego de estar unas horas en Cusco fui a Calca, una ciudad que está a 45' del centro donde debía cumplir con un, digámosolo así, "retiro espiritual". La casa donde me alhojé era confortable y desprendía olor a serenidad y calma. Me recibió una argentina, esposa del "Señor de las Ceremonias". Esa noche dormí, debía hacerlo puesto que al día siguiente empezaba "el trabajo". Estuve cinco días ahí, y tuve que alimentarme sin sal ni azúcares debido a la medicina; eso yo no lo sabía, y cuando me enteré me llevé una mala sorpresa, no obstante, la comida estuvo a la altura. Tampoco podía salir, mis energías estaban siendo calibradas y no podía permitir que los demás se aprovechen de eso. Me molesté cuando me lo informaron -auqnue no demostré el enojo para que no se lleven malas impresiones desde un inicio-; "no puede ser", pensé, "nuevamente estoy encerrado". En el alhojamiento habían dos españoles, uno un joven que terminaba su tesis en biología y otra una mujer de recorrido curioso, muy buena gente ella. Recién a los dos días pude salir a la calle, y cuando pisé nuevamente las afueras me embargué de alegría. Era el simple hecho de caminar lo que me alegraba. Soy un caminante neto, eso ni dudarlo. Dentro de las cosas que debía de hacer figuraba ir a un baño termal con propiedades propicias para una de mis tantas enfermedades. Las noches eran de puro trabajo, introspección y meditación, algo nuevo para mí. Un viaje más, una experiencia más. A comparación de las experiencias y viajes que ya he tenido, ésta era una totalmente nueva, e incluso, como no me suele suceder, le tenía miedo; sin embargo las cosas salieron bien, y si es cierto que fueron cuatro noches seguidas de intenso trabajo, acabado éste sentí una frescura y una vitalidad que me permitían estirar mi cuerpo y sentir el bienestar recorrerlo, un optimisto inédito también fluía. La última sesión fue acompañada de una chica cusqueña que también debía despejar ciertas negatividades para poder seguir su camino con claridad; ella era muy parecida a mi en varios aspectos, pero el más parecido era la antisocialidad. Ella tenía sus motivos, yo, los míos. Simpatizamos, nos gustaban diferentes tipos de música pero éramos afines a películas independientes -de las que me enseñó mucho-, terminamos contándonos nuestra historia: el por qué estaba cada uno de nosotros ahí. Ambas eran impactantes en su ámbito. Esa no fue la única historia que conocí, días antes había intimado con la española de nombre curioso, Elhamiel, que cuando lo escuché me sonó a frencés y por ignorancia o atrevimiento deduje que se escribía "L'Amelie", pero cuando se lo comenté me corrigió. Mayor que yo de edad, había vivido más; sabía más. Me instruyó en el campo de la espiritualidad y sembró, también, varias dudas que aún tengo y que debo resolver. En sus tiempos también había sido consumidora de ácidos, hasta, estando en "viaje", se paraba en las esquinas y le invitaba a los londinenses una taza de té, sin limón pero bien ácida. Una vida loca; un matrimonio con un holandés y una torta de hachís en la ceremonia no es broma, los padres se fueron en sueño cuando la probaron, me contó, no sabían que había sido bien "enderezada". Me provocó algo de envidia eso de la torta, ya que en mis buenos tiempos, tiempos de demencia, deseaba que mi boda -si es que la llegara a tener- fuese así, a lo "hippie", con meseros repartiendo bombas de mdma en sus bandejas y licores con ácido incorporado, sin faltar, claro, la invevitable marihuana, también en bandejas. Ahora yo ya no estoy en eso, una lástima. ¿Ya me tocará? Ja, ¡Quién sabe! Por las noches salíamos a caminar y yo le contaba de mi enfermedad mayor: el amor. Y cada vez que mencionaba a mi amada me daban retorcijones y suspiraba, un encanto, parecería. El español, que también había radicado en Inglaterra, no guardaba una buena impresión de ellos, "pueden estar dándote la mano y por dentro mentándote la madre", decía, "son de lo más frívolos e hipócritas, no se muestran como son". Había pinchado en ese país y tenía hasta sus producciones -de las cuales guardo varias en un cd- bien minimal techno, en sus tiempos había decantado de productores como Richie Hawtin a.k.a. Plastikman, Mathew Dear a.k.a. Audion, Luciano, Ricardo Villalobos, Whignomy Brothers, Aphex Twin y demás -la lista es larga-, pero todos de la vieja escuela del techno. Dejó los sintéticos por sí sólo, pero no sucedió lo mismo con los cigarrillos, que dejaba por temporadas y volvía a retomarlo. De él aprendí a fumar mentolados, no sé cómo pero ahora les encuentro su gusto. Pero no todo debía acontecer en Calca, bueno, debía ser de esa manera, pero estaba en Cusco y no iba a desaprovechar la oportunidad de pasar unos días en el centro de la ciudad, así que terminado el "retiro", alisté mis cosas y, de noche, partí rumbo al centro. En el bus estuve acompañado de Camila, con quien me entretuve platicando durante el camino, y de no haber sido por ella me hubiese tenido que contentar con escuchar uno de mis tantos sets de minimal techno o, quizá, si estaba feeling, con Alejandro Sanz (inédito; así están las cosas ahora) o Aventura (más inédito aún). Bueno, felizmente estaba ella. El camino fue aburrido, se supone que eran 45' pero tardó más. Una vez en la terminal caminamos hacia el centro, ella se dirigía a la casa de su mamá porque en su habitación no había ni comida ni agua caliente y yo me iba a Tambo de Montero, a darle el alcance a Arabia. Nos despedimos en el Market "El gato" -conocido por sus altos precios- y quedamos en mantenernos en contacto. Caminé debajo de la lluvia escuchando a Loco Dice buscando el Illyasray, que quedaba en una subida que me costó escalar. Después de cinco días veía a Arabia, era el reencuentro. Le habia ido, como yo, bien. Nos trasladámos de habitación, estaba bien enchulado el sitio, teníamos speakers y podíamos escuchar música a nuestro gusto. Oh Yeah. Arabia me enseñó unos tracks inauditos, destacaban "The March On Swan" y "Tic Tac", que me sumieron en un viaje expectacular. Tenía buena música, ergo, tenía de qué jactarse. A la mañana siguiente me despertó temprano, era increíble que un consumidor de hierba se despertara más temprano que un no-consumidor, lo digo porque es común que las drogas te aletarguen, pero bueno, él era de los porreros a los que por madrugar Dios los ayuda, y estoy seguro de eso. Mi compañero fumaba hierba con naturalidad, y a veces, cuando lo veía y me situaba a analizar la situación no comprendía com mi vida podía haber dado un giro tan drástico, de no haber desaparecido todo el 2009 la historia hubiera sido otra, y a él y a mí nos constaba ésto, pero así no pasó, así que la historia no es otra que la que estamos viviendo; no puedo caer en la trampa del subjuntivo tampoco, si no viviría lamentándome de miles de cosas. Yo tomaba café en el mercado por las mañanas y durante el día fumaba cigarrillos, esta vez de mentolados, de manera extraña le encontré el gusto a estos y la displicencia a los rojos o a los azules. En fin. Pasear los Andes Peruanos es cansino, estás en una altura diferente a la acostumbrada y el corazón pasa factura. Además, fumando cigarrillos como yo lo hacía era un hecho que me tenía que cansar más de lo habitual. Llovía a cualquier hora del día, sin previo aviso, al menos no para nosotros, un par de limeños que no sabemos leer el lenguaje de las nubes, y cuando sucedía teníamos dos alternativas: una, ir al internet y "matar" el tiempo (una falacia, es imposible asesinar el tiempo o siquiera pararlo) o refugiarnos en el hotel, viendo TV por cable o escuchando algo de música, si es que el dueño del hotel no se había llevado los speakers, lo que no ocurría con mucha frecuencia, felizmente. En el hotel, él fumaba hierba, yo, cigarrillos, pero aprovechaba por olfatear el delicioso aroma de la macoña. Bueno, algo es algo, a nada. Así se pasaron nuestros días, vagando por aquí y allá, buscando el mejor lugar donde comer o acompañándolo a realizar algunas cobranzas (ajustes). Por donde íbamos nos topábamos con carne blanca: argentinas, paraguayas, uruguayes, todas una delicadeza, pero copnocimos una costaricence que quedó encantada con el paisaje cusqueño y que prometía regresar a fin de año a establecer su negocio de comida vegetariana, el cual había visto solvente. Estuvo un rato en nuestro cuarto conversando e intercambiando algunas cosas (ajenas a mí) y contándonos que era promotora de eventos de Psy Trance en su país, y que quizá innove con ese negocio también acá, no era una mala idea, para nada. Me gustó su espalda, la tenía repleta de tatuajes orientales y no pude contenerme a tomarle una foto, es una suerte encontrarse con una persona de mente abierta, de imaginar el grito o el escándalo que hubiese protagonizado una pueblerina de haberle hecho ese pedido, pero ella no se hizo problemas, es más, lo hizo encantada, después de todo, ¿qué había de malo en una foto? ¿acaso eso significaba que íbamos a follar? para nada, yo tenía bien en claro que ella tenía su pareja -que estaba también en cusco. Hay que acotar que no es nada fuera de lo común que una persona saque los pies del plato, es más, es común en nuestras épocas, pero yo no estaba dispuesto a meterme en tremendo embrollo, podía intentar, pero todavía no me siento preparado, hay cosas que me karmean y quiero mantenerme limpio hasta solucionarlas; cuando alguien desea algo de verdad, lo desea y está dispuesto a tener sacrificios, y ese es mi caso, así sea que llevo infinidades sin penetrar una buena concha; si soy ortodoxo o no, no me interesa, yo tengo mi esquema de pensamiento y sé que respetándolo tal vez las cosas no salgan como espero, pero que sí al menos me saldrán bien otras por ser coherente conmigo mismo. Y eso es lo importante. Ella no sabe lo que hago, quizá crea que hago lo peor, quizá debería hacerlo si es que eso es lo que ella piensa, pero yo soy yo, no dependo de los demás, están libres de pensar lo que deseen, si hiciera algún efecto lo que otros erradamente sospechan de mí dados mis antecedentes o creen por las dudas que tanto tiempo les he desatado pues estaría ya debajo de mi tumba y no tendría la oportunidad de contarles nada de lo que les cuento, pero sigo aquí, íntegro, aun después de diez meses en el calvario sin poderla haber saludado al menos por su cumpleaños porque en mi familia todos se hicieron los locos y resulta que de la nada nadie, ni mi primo, sabía como contactarse con una persona por internet siendo esto lo más fácil del mundo, pero me estoy saliendo del tema, me estoy dejando desviar. Retomemos. Los días continuaron, veía a mi partner dopado y por momentos lo envidiaba porque así era yo antes, y de no haber estado donde estuve lo seguiría siendo, cada vez que me encuentro con alguien y me pide para fumar y le digo que no fumo creen que les estoy gastando una mala broma, pero así son las cosas. Cuando no podíamos refugiarnos de la lluvia que Dios nos salve porque terminábamos empapados de piezs a cabeza. En una conversación, el primer día que llegué, con horas sobre suelo cusqueño, me encontré en el msn con una señorita que vale mucho para mí pero que yo ya no valgo nada para ella, tuvimos una conversación creo yo amena, empezó, según ella, grosera, pero al final terminó dándome hasta consejos para mi vida y eso me sorprendió, me preguntó si iba a San Blas y la verdad que yo ni sabía que era eso, no recuerdo que le contestñe, creo que le dije que estaba por "otros asuntos", es que ella, conociéndome como era antes, tal vez lo primero que se le vino a la cabeza es que iba a juerguear como los grandes, ese no era el plan, más tarde, cuando le pregunté a mi amigo cusqueño qué rayos había en San Blas me dijo que era ahí "donde todas las cosas sucedían". Entonces comprendí. No pisé San Blas más que de la mañana y en toda mi estadía no pisé ni un bar, rarísimo para mí. Terminaba refugiado en el hotel escuchando los ronquidos de Arabia y viendo alguna película en FX -canal para grandes hombres- y remataba la noche con una serie animada de mis favoritas, Family Guy. Antes de salir de Calca visité Pisaq y gasté la mayoría de mi dinero pensando en una mujer que no piensa en mí y cuyos regalos los tengo guardados como reliquias tal vez, porque está bien difícil que se los pueda entregar, creo que esa opción no se me vino ala cabeza al momento de comprarlos, solo se me vino lo positivo y no los obstáculos, pero no me lamento, mis intenciones fueron buenas y haré como si los hubiese recogido e incluso como si los llevara puestos. Una mañana que desperte ¿iluminado? la nextelié, pero los resultados fueron negativos, escucharme fue lo peor que le pasó, parece. Me conformé, ¿qué más me queda? Mi compañerop me hizo un par de bromas y las tomé a bien. Al menos había intentado, como en el pasado no lo había hecho de puro cobarde. Probablemente ella tenía razón; ya no había sentido en tratar de comunicarme con ella después de TANTO tiempo, pero entonces, ¿por qué se comunicó ese día conmigo? De no haber existido esa conversación... pero misteriosamente se dio, y por algo ha de haber sido, quizá para que nunca jamás se me ocurra olvidarla de mi memoria y tenerla en el escalón más alto de mis recuerdos, porque a pesar de todo es ahí donde pertenece. Era increíbler porque donde iba veía los aretitos, las pulseras, las vinchas, y a pesar de la negativa que ya había recibido admiraba estos accesorios de mujeres imaginando qué tan bien le quedarían. ¡Ay! ¿Qué sería de mí sin mi imaginación? Nada, creo yo. La imaginación solventa mi esperanza. Si es vana o no me importa un bledo, soy así, un soñador. Cuando se me empezó a acabar el dinero se me acabaron las ganas de estar en Cusco, a nadie le gusta estar a las justas, y felizmente ya se aproximaba el día de mi regreso a Lima; 21 horas de viaje en carro me esperaban plácidamente, no tenía la menor idea de cómo me las iba a arreglar. En las horas de refugio en Internet me dedicaba a mi única labor: la de blogger. Es lo único que soy por el momento. Ya llegará la hora de lanzar la arcana "Serie Rosa - Cuentos de un amor póstumo"" y hacerme conocido como escritor, mi más grande sueño, después de la paz y el amor mundial, claro está. Fumé mi último cigarrillo en el hotel, contento, porque la noche anterior la ciudad se había despedido con una hermosa lluvia y el cielo encantó con rayos y truenos que hasta logré captar con mi cámara digital. Subí al carro y me despedí de Cusco, ciudad que me hospedó durante casi dos semanas y que me sirvió para obtenmer muchas conclusiones acerca de lo que es mi vida, qué más importante que eso pues, que la vida. La vida, mi intrínseca vida. Al menos saliendo de Cusco ratifiqué mi idea de que era un crímen estar lúcido, estar lúcido es una alternativa más en la vidas, no te quema neuronas ni te altera el sistema nerviosos central, será bueno mantenerme en ese estado el mayor tiempo posible, gracias a Dios tengo a mis amigos que me apoyan y que me meten mi tate quieto cada vez que notan que estoy por hacer algo peligroso: "Hey, después de diez meses lo quieres hacer, no seas pendejo". jaja, claro, como ellos si pueden... pero el refrán lo dice: "El que puede, puede; el que no, mira y aplaude". ¿Sí o no? Ahora estoy nuevamente donde pertenezco, en la capital, y después de esos días de vacancia, porque no fueron más que eso, tengo que continuar mi camino. Una experiencia nada extraña en verdad si uno la analiza biensolo que yo soy bastante extraño para un mundo normal, pero qué se puede esperar de un viajante intergaláctico.

Meditaciones en el Sur


El panorama terrestre es repetitivo, invariable, pequeños y medianos cerros de arena bien establecidos (dunas); desiértico, aparece tras la ventana. Las únicas variaciones las presenta el cielo, que, por la hora, casi las seis de la tarde, luce su apogeo. Por ratos el brillante sol en el centro, alejado de todas las nubes (dando más bien la impresión de que este, con su fuerza, las aleja) o iluminando perpendicularmente el mar sureño; y por otros, cubierto y tratando de desligarse de las nubes , que nuevamente son obstáculos a tan majestuosa vista y no le permiten mostrarse, le niegan su plenitud. El sur, con su interminable panorama de mar se presta para la nostalgia. Para pensar en tantas cosas, pasadas y las que están por pasar. Al igual que el paisaje, soy un mar, sólo que lleno de incertidumbre y no de peces. El cielo cambia, se pone rojizo, deja de ser celeste y, con el tiempo, seguirá cambiando. De la misma manera, 0las personas cambiamos llegado nuestro tiempo, sólo que nuestros periodos son más largos, no tan inmediatos como el cielo del día y la noche. No existe persona que no cambie, es un planteamiento absurdo, así se alegue la existencia de los necios yo puedo afirmar que ellos también cambian, sea a bien o a mal, aunque yo creo que a bien, que todos tenemos oportunidad a la redención. Nosotros no somos el foco del mundo, allá, traspasando los cristales, el cielo ha seguido cambiando, poniéndose más ígeno mientras yo he ido escribiendo; así es la vida, nosotros actuamos y el tiempo pasa, no porque nos detengamos a hacer algo el universo va a dejar de funcionar, sigue, como la máquina que es, avanzando, sin esperar o preocuparse de que nosotros avancemos. (El bus sigue su camino, le quedan horas para llegar a su destino todavía).

domingo, 27 de diciembre de 2009

Delirium Tremens (Rekiem for a Girl)

-Yo estaba en la tienda arreglando lo que me corresponde, osea, la ropa,y veía unos politos bien chéveres que de hecho le quedarían perfecto a mi pequeña -a ella todo le queda perfecto, ¿vale?-, pero mi pequeña es pequeña pe, entonces yo supongo que es talla small pero no sé si le entrará porque de tamaño si corresponde pero tiene las boobies bien grandes , haha, ella saca pecho por mí, preciosa mi chatita, pero también es un problema porque cuando caminamos por la calle todos los obreros la sirean y a mí me da celos y no sé qué hacer, la cosa es que estaba indeciso, osea,por el tamaño de todas maneras le entra pero puede ser que por las boobies le ajuste, no quería preguntarle porque quería sorprenderla a mi chiqui, casi llamo a su mejor amiga -que me odia- para que me dé su talla pero ya qué importó: por ella gasto el doble, así que le compré small y medium por siacaso, es que es encantadora, amo cada gesto que hace y estoy encantado de ella, siempre me abraza y me dice que me quiere, es ¡ya no más ya! lo máximo, ese regalo es lo mínimo que le puedo dar, estoy ansioso por entregrárselo verla y que me apachurre y se contente con el obsequio, estar entre sus brazos es estar entre las nubes, pero voy a seguir así porque quiere que le compre una ciudad y que la llama "Regiopolis" y yo estoy dispuesto a adquirírsela, ya estoy juntando y todo...

Los doctores, al otro lado de la ventana, donde él no los ve, deciden:

-Está loquito -dice uno-: Pabellón 18.

-Pero es de los tranquilos, que esté en el 17, para que pueda leer, escribir y jugar naipes.

-Sí, merece un buen trato - añade una doctora.

-No sé qué impresión te llevas tú, Fiorella, pero este loquito es buena vibra.

-Sí, sí lo es, estará bien en el 17, es inofensivo, sólo que sufre de obsesión, una ilusión del pensaminento, además se ha destemporalizado y desespaciado, una lástima.

El ahora paciente sigue su monólogo, haciéndole apologías y loas a su amada que ya no existe para él. Mientras se crea todo lo que dice estará bien.Hay que tenerle paciencia, comprensión y cariño.

-Hasta ahora recuerdo cuando la vi bajando las escaleras -y sigue hablando cosas que sucedieron pero que no sucederán jamás y que no son más que incoherencias. Y así seguirá. Vaya, cómo es el destino, ¿no?. Grita, sonríe, salta, ni cuenta se da de que está solo en un cuento, su cuento. Pronto lo acogeran los doctores.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Cosas del Trabajo

En mi trabajo (porque eso era después de todo) no pensé quedarme tanto tiempo, es mas, yo sólo pensé que me quedaría unos tres mesecitos y que de ahí renunciaría y, ya, chau. Ingresé circunstancialmente, casi -voluntariamente, más que todo porque estaba contra la espada y la pared; pero de haber sabido que me encontraría con un jefe como el que me encontré y con un sistema tan inteligente y astuto como en el que estuve... no hubiera ingresado nunca. Los primeros meses mi estadía fue ardua, los trabajos eran difícil tanto física como conductualmente, aunque tenía algunos privilegios a ciertas horas. Hasta ahora no entiendo con qué fin me retenían porque, en ese entonces, no cumplía con ninguna de las características para desempeñar con las labores que me vendrían en un futuro, es mas, ni intenciones tenía de desempeñarlas, ánimo en mí no había más que el de pasar el tiempo. Pero me retuvieron. Y aquí estoy. En un escalofón que sólo meses después imaginé algún día llegar (incluso me tentaba serlo), pero que tenía sus obstáculos puesto que llegar ahí significaba estar más tiempo ( y de nuevo el factor tiempo) del que yo suponía estar (o soportar). Ahora he pasado lo más difícil, me ha costado mucho trabajo, esfuerzo y sacrificio, haciendo tareas deplorables y hasta algunas que iban en contra de mis principios pero necesarias para el ascenso que he ido escalando y escalando y, como todo aquel que hace las cosas bien, me tocó lo que me corresponde, lo que anhelaba, y por eso quien estuvo antes que yo donde estoy, que estuvo sólo por mi ausencia en esta área, me envidia. Soy el brazo derecho de mis jefes y amigo en especial de uno en particular. Ya no es a mí a quien tienen que ordenar, sino soy yo quien da las indicaciones, eso sí, claro, sin revanchismo, existen los modales y no me gusta que la gente se sienta como en determinado moment me sentí yo: nada. No tengo ni porqué entrometerme con los trabajadores comunes -anque a veces, por mi dedicación y humildad, lo hago- , yo tengo que empincharmelas con los jefes de áreas, ellos sí que tienen que rendirme cuentas a mí de absolutamente todo; peor soy condescendiente y los dejo trabajar, no me gusta que me guarden rencor ni que la gente se distorcione sobre mi persona. Pero así como yo me les empincho, hay quienes se empinchan (y cuando lo hacen sálvese quien pueda) conmigo cuando las cosas salen mal: mis jefes. A ellos yo les debo tooodas las cuentas, incluso en las que no tengo ni pelo que ver, etcéteras veces me he comido pleitos ajenos guardando el debido respeto; es que hay que aplicar lo aprendido. Sí, agachar la cabeza y quedarme callado es algo que he aprendido, por más que me cueste hacerlo. Sin embargo todo tiene su límite, y no es que sienta que han abusado de mi persona, sino que todo tiene sus límites, y los míos ya llegaron, para bien o para mal. Me da lástima, porque increíblemente le he cogido un cariño peculiar a la institución y con quienes trabajo, seres que lamentablemente tras mi partida no podré frecuentar -salvo que terminen su ciclo, y para eso falta-. Me encuentro en una buena situación laboralmente hablando, me han ofrecido un ascenso, el cual supone una descarga de trabajo para mí, es decir, que lleve un trabajo más suave (eso no dice que tenga un rango menor), con el título de "asesor", y sólo tenga que aconsejar a quienes suben a los puestos que yo ya he pasado de óptima manera. Yo estaría, igual, por encima. Pero no es la clase de trabajo que yo necesito actualmente, yo debo de estar más ocupado, además por mucho tiempo me he entragado al 100% a esta empresa, dejando de lado muchos problemas y cuestiones personales pendientes que dejé de la nada tras mi sorpresivo ingreso aquí, y, ahora, habiendo concluído yo mis metas, deseo cesar el trabajo y luchar por lo que dejé fuera. Ya es mi hora, tanto tiempo sin saber nada de mis seres queridos (uno de los gajes del oficio), sólo preocupándome por lo que sucede acá. Ya es demasiado sacrificio. Ya llego, redundo, mi hora, y como bien dicen "nadie es indispensable", así que yo sé que tendré sucesores que llevarán la dinámica de la empresa tan o mejor como yo la llevé, porque yo los acompañé cuando ellos fueron creciendo y los traté de inculcar de lo mejor posible. Con mucho respeto, me despido de esta empresa; así como vine: de sorpresa. Espero que lo tomen a bien, yo ya debo lidiar por lo que realmente deseo. Adiós y gracias.