martes, 19 de enero de 2010

Reencuentro

Regresé caminando. Estaba medio molesto porque entraba a todos los autoservicios y no encontraba el helado que quería, es más, no encontraba ni la marca. Me di el lujo de pasar por el Olivar y ver mis recuerdos; el lugar donde fumaba cañón en vez de entrar a clases y las bancas donde me sentaba cuando recién empezaba mi primer amorío; desde que salí no había pasado por ese parque, recién me atrevía. Intenté atreverme pasar por la casa de un amigo pero desistí. El helado no estaba en la cadena de Plaza Vea y tampoco en la de Metro; a la vuelta de mi casa hay un grifo Primax y ahí sí venden con seguridad. Me encaminé al Primax más cercano: Benavides con República de Panamá. En el camino encontré el supermercado Vivanda, y como es sabido que ahí hay variedades, entré. Estaba por la parte de los quesos cuando vi a una chica que me parecía conocida, pero que no estaba seguro de conocer. La miré. Me miró y, ella sí, me reconoció. Entonces despejé mis dudas y supe quién era: Erika. Se acercó donde yo estaba comiendo unas papitas creo, no me fijé bien, no era lo importante. Estaba sorprendido, después de mucho tiempo la veía, y días antes me había acordado de ella.

-¿Y, cómo estás bróder? -me preguntó.
-Hola Erika, a los años -masticó sus papas.

Movió los hombros. La miré perplejo, casi hipnotizado, la boca abierta, los ojos bien concentrados.

-¿Qué haciendo?
-He venido con Marta, está por ahí con su flaco y unos bróders.

La eterna amiga, el obstáculo, la última vez que hablé con ella me dijo que ya no se juntaba con Erika porque se había follado a un chico que a ella le gustaba, entonces pensé que ya no se juntaban, pero las mujeres siempre se hacen perradas unas a otras y después se disculpan y vuelven a ser las mismas mejores amigas de antes, como si nada hubiera pasado, esa es su naturaleza: hipócrita y cansina. A ella no la podía ver, cuando regresé la llamaron por radio y solo dijo que me saluden, sabía a lo que se arriesgaba, ahora tenía una relación y debía mantenerla. Lo que no sirve se deshecha, así habíamos actuado ambos.

-Entonces creo que me tengo que ir -le dije.

Movió de nuevo los hombros, se le veía bien relajada. Parecía natural, casi le pregunté si estaba stone, pero era una pregunta estúpida, cómo no iba a estarlo, el único que ya no andaba stone era yo; es que ni se le notaba en los ojos... Seguía perplejo.

-Has cambiado bastante, Erika.
-Lo único que ha cambiado es tu cerebro, bróder.
-Si,puede ser. Dudé, y le dije: -¿Sabías... no?

La reticencia era evidente, si es que lo sabía.

-No, recién me enteré hoy. Justo le pregunté a Marta que había sido de tu vida y me contó.
-A...
-Has crecido, ¿no?

Sólo miraba sus senos, esos polos de lana delgada son todo, ese sujetador negro le quedaba preciso.

-Sí -le dije-, y a ti te han crecido los senos, se te ven enormes.
-¿Te gustan? -llevó sus brazos a sus senos y los frotó en mi cara pelada, les daba vueltas, los apachurraba, los juntaba... Su voz me despertó.

-¡Hey! Has crecido, ¿no? -me repitió- te has quedado pegado.
-¿Qué me decías?
-Que si has crecido... ¡¿Dónde estás, bróder?! ¿Estás stonazo o qué?
-No, ya no fumo -me pongo triste-. Ah, sí, un par de centímetros. No sé cómo porque ya tengo veintiuno, casi veintidos.

Yo seguía mirando como estúpido.

¿Dónde estás viviendo? -pregunté.
-En surco. El otro día te vi, y el otro también, y la otra vez también.
-Mira, qué raro. ¿Por dónde?
-Por el Cortijo. A la espalda, en esos edificios, ahí estoy viviendo.
-Ah sí, por ahí siempre paso. Sí recuerdo esa casa, creo que una vez fuimos a un "after". Manya.

Qué naturalidad de la mujer, estaba muy cambiada en definitiva, y cómo le habían crecido los senos. Nada que ver con la Erika de aquel 28 de julio, ya no tenía lentes, el cutis estaba más terso, daba ganas de acariciarla, de decirle vamos a tomar unas cervezas, yo las pago, estoy grueso, vamos a conversar; pero no, estaba su amiga, el eterno obstáculo (valga la redundancia). Así son las mujeres, no comen del plato y no dejan comer. Nada me costaba arriesgar, hacer la canallada, total, ella estaba con enamorado, no tenía nada que ver, pero no iba a arruinar una amistad por mi concupiscencia.

-Estás con la bragueta abierta.

La subí. También estaba con la verga erecta, felizmente no me lo marcó.

-Bueno, me voy a buscar a Marta. Cuídate, bróder.
-Un gusto. Cuídate, Erika.

Nos despedimos con un beso y una especie de abrazo. Buena vibra. Yo tomé el camino contrario, a la salida del supermercado. Cuarenta y tres cuadras antes, cuando prendí un cigarrillo, prometí no prender otro hasta llegar a casa, o al menos hasta estar por el Cortijo, cerca. Pero no pude. Saqué uno de los mentolados y lo prendí. No era suficiente. Boté el cigarrillo sin acabarlo y crucé la pista, entré a una tienda y me pedí una cajetilla de Lucky Black Series. Era lo que necesitaba. No fumé un cigarrillo, si no fumé varios, y me olvidé completamente del helado. La verga seguía erecta. "La estoy pegando de curita ya, esto es anormal, no puede ser", pensé. Me estaba quedando loco. Ese encuentro me dejó idiota. Ojalá me la encuentre otro día y esté sola y yo esté menos estupidizado. Yo lo recuerdo, nunca lo voy a olvidar, nunca olvido, esa noche me deseó y yo estaba tan drogado que ni me percaté, todos se dieron cuenta menos yo, el elegido. Imbécil.

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