martes, 29 de abril de 2008

Y Regresaré...

Ha sido una larga temporada. Sï, este es uno de esos textos que escribo yo mismo, vagabundo, el autor del blog, es decir, esto no es ningún cuento.

Una larga temporada sin fiestas de irrealidad. Sin entrar al túnel, ver los lásers y escuchar los estrepitosos sonidos, sin ver a esos mutantes que bailan escondidos de la sociedad de arriba, que ve todo esto como caótico. Sí, mucho tiempo sin mi presencia. Pero mi signo dice que renazco de las cenizas, mismo fénix, y eso pasará:
vas a voltear en el tono y me vas a ver, sudando de nuevo, con mi cara de locazo, las muecas por todos lados, la camisa abierta, el wiro en mano, la chela en la otra, y yo siguo asi, sudando y sudando, sin dejar de bailar, cruzando las puertas del acá y del más allá, eliminando las restricciones de la percepción.


Y reiré. Y me sentiré en casa de nuevo.


I predict a riot!


lunes, 28 de abril de 2008

Otra Frase...


"Si las puertas de la percepción se
abrieran, todo le parecería al hombre
como en realidad es, infinito."


- William Blake

Historia de una Lágrima

Dicen que en los inicios del mundo las lágrimas no existían. No es que la gente haya vivido feliz, es que las penas que tenían nunca fueron tan grandes como para sentirlas con profundidad. Todo empezó con la llegada de las mujeres a la aldea de los hombres. Éstas llamaron la atención de los hombres, quienes anonadados por lo que a su vista se ofrecía intuyeron que ellas tenían relación alguna con ellos y que debían complementarse. Al inicio no fue difícil, puesto las mujeres sentían la misma atracción hacia los hombres, e igualmente intuían -ellas gracias a su séptimo sentido- que eran compenetrables.

Así fue que los dos sexos se juntaron, convivieron y procrearon felices y sin problemas hasta que las mujeres descubireron que los hombres, a diferencia de ellas, poseían sentimientos más honestos, apasionados, y sobre todo, más firmes; entonces trataron de tomar ventaja a la situación y actuaron. Los hombres, muy al contrario de lo que pensaban, no respondieron a los juegos malignos que ellas les tendieron; sucede que ellos las querían, pero el mundo era muy grande aún y además de haber tantas cosas por descubrir el hombre todavía no había madurado mentalmente en ese aspecto.

Pero un día nació un hombre diferente. Éste pequeño, desde muy chico miró con otros ojos a las mujeres, se sorprendía del brillo que emitían, brillo que no poseían los varones. Creció, pues, enamorado. Fue un adelantado a su época, y también el más desdichado. Las mujeres, siempre vivaces de pensamiento y hábiles para la patraña, no demoraron en darse cuenta de la suceptibilidad de ese muchacho hacia las veleidades de la mujer. Entonces le presentaron a la mujer más bella de su especie, quien se haría cargo de hacerlo sufrir.

Desde el primero momento el impacto producido en el joven fue arrollador. Para él simplemente esa esa joven no era una mujercita cualquiera, ella era como el sol, como la luna, como las estrellas del firmamento. La chica, que sabía muy bien lo que tenía que hacer, descargó con todo su ira su mayor gracia, y encantó ilimitadamente a quien hizo creer que podía ser su media naranja. El pequeño, deslumbrado, comenzó a vivir los días más felices de su historia a tal punto que creyó estar cerca de la eternidad. Simplemente, al lado de esa chica todo era diferente. Adoraba como le hablaba, como lo trataba, como lo quería. Y cuando él penso que el mundo cambiaría gracias a su misma persona, la muchacha empezó a destilar su veneno..

Poco a poco embarró la mente del joven, llegando incluso a manipularlo, puesto que él, que no entendía la manera en que ella creaba conflictos e inventaba verdades que lo sumían en la máxima confusión, cambió su forma de ser. Se volvió apocopado y timorato, y cogió la costumbre de andar por ahí sin sentido, hasta que no encontró el camino de vuelta y y se perdió en un desierto desconocido. Pasó mucho tiempo ahí muerto de sed y de hambre, mas sin esto afectarlo. Le creció la barba y la cabellera y se volvió un joven viejo.

Las mujeres, alegres por su progreso, decidieron ir más allá. Para ello enviarion a la chica al desierto. Una vez que el ya viejo joven la vio recobró el ánimo y se sintió lleno de vitalidad: ella había ido a buscarlo. El hombre olvidó la sed y el hambre y recordo los árboles y los ríos. Sin embargo, al tiempo se le presentaron nuevamente problemas ficticios pero ineludibles: que qué había hecho en el desierto, qué cómo habpia aguantado sus necesidades, qué en quién había saciado toda su sed. "Nada". Pero era falsa su verdad a tal punto que dudaba, irónicamente, de su palabra.

Al incio pudo subsistir; al tiempo, cayó de nuevo. Ideas invadían su cabeza y la barba le crecía otra vez. Se perdió en el desierto y ahí, sentado, fijó su mirada en el vacío, en el todo, y trató de hallar la manera de demostrar la verdadera verdad. Regresó a la aldea y con palabras intentó persuadir a su querida musa, pero ella, muy bien entrenada, lo despidió con más acusaciones -aun más graves- y le ordenó no volverla a visitar. Esa sería la estocada final, al menos así lo tenían previsto... así que lo fue. El sujeto no comprendió como era que esa mujer cambiaba tan rápido y sin algún fundamento su ánimo contra él, y se vio rechazado del paraíso. Esta vez optó por olvidar. Sintió que algo en su fuero interno partía para no regresar...

Se fue y solo, sentado en una piedra bajo la luna llena, percibió algo resbalar por su mejilla. No se secó. Un sentimiento acompañaba el líquido que caía, pronto su boca se encogió en un puchero y un contristado y humilde gritó expiró valientemente de su pecho. El cielo también lo sintió: el viento sopló fuerte y los truenos tronaron molestos por la desgracia e injusticia de uno de los hombres más tiernos que habían visto salir de la tierra, aquel ser preparado para amar. Era la primera vez que experimentaba esa sensación y si no se sorprendió fue porque sentía el gran alivio del desahogo con cada lágrima. Así, durante el llanto, fue dejando todo lo que lo adolecía hasta sentirse seco y vacío. Nunca más apareció en la aldea y las mujeres, que lograron su objetivo, padecieron a las semanas el castigo por su cuerlad. Dicen que algunas se volvieron serpientes; otras, calabazas, y otras cuervos de rapiña, pero no se sabe con exacta certeza.

Las lágrimas que cayeron al suelo dieron a brotar un tipo de planta muy especial, colorida y acapullada, la cual, del oxígeno que absorve y luego emana al ambiente, entraba a los hombres y mujeres y les dejaba los síntomas de las primeras lágrimas. Entones hay una época en el año, especial en que esta flor brota, en que la población se ve sometida al desahoga y a la desconsolación, y entonces no le queda más que llorar, y hacerlo sin saber que hace muchos siglos fue un hombre el primero en experimentar esa sensación, un hombre, que por lo cierto, jamás dejó de sufrir por ese golpe.


viernes, 25 de abril de 2008

Superhéroes


Jimi Hendrix









John Lennon







Jim Morrison








Bob Dylan





Mick Jagger






Chuck Berry







Janis Joplin





David Bowie







Kurt Cobain





Unknown Soldier


Sin duda, estos sujetos no nacieron para la tierra -en su mayoría. Son superhéroes, por sus grandes capacidades de la psiquis.

lunes, 7 de abril de 2008

A mí no me gusta el sushi


A mí no me gusta el sushi. Lo probé por primera vez hace unos años, y si bien las sensaciones iniciales fueron geniales, las que siguieron a éstas fueron catastróficas. Diría yo que es un plato traicionero. Su apariencia es exquisita, pero en el fondo lo único que hay es veneno. No importa de donde provenga o si sean un poco distintos en forma, al final todos son iguales: poseen, a partir de una capa intermedia, glándulas que emitirán el veneno, y lo mismo pasa con las capas que la siguen. Yo fui víctima un tiempo d este plato, lo comía a gusto y hablaba bien de éste con mis amigos, hasta que supe los verdaderos efectos que producía dicho "manjar". Para empezar, era casi adictivo: una vez que lo probabas bastaba para caer rendido a sus atributos. Después me acometieron unos dolores en el organismo y rápidamente los asocié a lo único que consideraba capaz de afectar de esa manera, es decir, al sushi. Desde esa revelación me resistí ecuánimamente y con éxito a seguir degustándolo; sin embargo muchas veces el plato regresaba a mí sin que yo lo haya buscado. Por ejemplo, llegaba a una reunión de negocios y tenía ahí, clavado en la mesa, el maldito sushi. No me quedaba mas que "saborearlo" nuevamente, sin querer hacerlo en realidad, solo que hubiese sido de muy mal gusto empezar una cena donde se hablarían de futuros proyectos rechazando el plato del anfitrión. Claro que después de la cena padecía yo los efectos traicioneros del pesacado crudo japonés, la paradoja entraba en acción: bienestar en el gusto y malestar en el estómago y la cabeza, añadido un sentimiento de culpabilidad por haber hecho algo que no quería. Mucho tiempo me obligué a ya no probarlo para nada, y me dediqué entonces a deleitarme con otros platos, otros platos muy deliciosos que siempre habían estado ahí, a mi lado, desprendiendo su aroma para que yo les preste atención, pero la ceguedad en la que me mantenía por el en verdad sabor desagradable del sushi no me dejaron darles cabida. Experimenté mucho mayor satisfacción con estos inclusive: la comida pasaba mejor, no creaba disturbios en el organismo y podías dejar de comerla por temporadas y después, cuando la desearas de nuevo, probarla sin problemas. Sin embargo el sushi tenía algo especial y único, y de haber sido posible extraerte el venero que reaccionaba tan adversamente dentro de uno (dolores por todos lados, dolores por todos lados), hubiese sido genial y no me cansaría jamás de tenerlo en mi mesa. Ahora, después de años cuidando mi salud y con el sistema de inmunibilidad más fuerte, pruebo de vez en cuando el sushi, mas no sin antes tomarme mis precauciones, como tratar de saber en qué estado se sitúa el pescado, o de saber qué hacer en caso de reacciones adversas (lo cual se producirá casi siempre), o de anticipar los presuntos daños que me pueda acarrear. Pero nunca dejo de decir que éste debió ser siempre mi plato favorito, lástima que me caiga tan mal, porque sí he escuchado a quienes contradicen mis plabras y alagan al sushi, aludiendo además que cuando ellos lo comen el sushi se presenta más agradable y más fresco, como si el pescado ansiara que te lo comieras, cosa que no sucedía conmigo. En fin...


domingo, 6 de abril de 2008

Encerrado en mi cabeza

El registro de los sucesos que me han acontecido hasta estas palabras ha sido eliminado. He sido despodseído de sustantividad: no reconozco cuál es mi nombre. El lugar donde me encuentro es muy similar al interior de un cubo mágico. Mis movimientos trazan el espacio, es decir, para que un lugar, o un punto exista, debo moverme y así delinearlo; entonces, si estoy inmóvil, el universo soy yo, si abro los ojos y giro el cuello a la derecha, pues la derecha exisitrá. En vez de planetas reconozco imágenes: una sucedión de personas atraviesa mi cabeza. Estoy totalmente encerrado y sin idea de cómo salir, hay escaleras que van a todos lados, y a las habitaciones a las que llevan parecen producir ecos. Los sonidos son compactos: entran al oído y se establecen ahí sin desparecer, y cuando han tocado con un nervio resuenan y fingen ser mi conciencia. Hay alguien o algo más allá de todo esto. Estoy asustado porque no encuentro el escape, doy vueltas pero regreso al sitio inicial siempre, creo que todos los cuartos están conectados entre sí, y que hasta la puerta de salida (en el caso que exista) te lleva de regreso adentro. Por sorpresa han regresado algunos datos a mi memoria, pero no encuentro sentido a lo que vivo, lo que sé de mí no concuerda con nada de lo que está a mi alrededor. Uno de los caminos que tomé me ha conducido a un espacio al aire libre (es mi primera percepción), observo con atención: los árboles son naranjas, el cielo es amarillo, y en vez de nubes hay planetas. No hay signo de vida a la vista. Pienso que soy parte del Planeta de los Simios. Una luz, muy brillante, resplandece a lo lejos. La gravedad ha desaparecido y la fuerza de tal brillo me absorve. El lugar y todo me ha ursurpado la voluntad, y por eso mismo estoy saliendo de éste, no porque quisiera ya que me sería imposible. ¡He regresado! ¡Estoy en casa! Trato de entablar contacto con las cosas pero todavía son ajenas a mí, eso quiere decir que he regresado pero solo en una parte. Sin embargo ahora sí veo las cosas con normalidad, aunque el tiempo no existe y el espacio sigue distorsionado. Paulatinamente recobro el sentido de más cosas, eso ayuda de alguna forma, ya que ya sé dónde es la salida que el lugar donde estoy es mi casa. A pesar de esto no me deja de cavilar la interrogante de si siempre habré estado aquí. No lo sé y no lo puedo saber. Mientras tanto, sigo sentado, viendo el techo, viendo las cosas pasar, pasar y pasar...