sábado, 19 de diciembre de 2009

Cosas del Trabajo

En mi trabajo (porque eso era después de todo) no pensé quedarme tanto tiempo, es mas, yo sólo pensé que me quedaría unos tres mesecitos y que de ahí renunciaría y, ya, chau. Ingresé circunstancialmente, casi -voluntariamente, más que todo porque estaba contra la espada y la pared; pero de haber sabido que me encontraría con un jefe como el que me encontré y con un sistema tan inteligente y astuto como en el que estuve... no hubiera ingresado nunca. Los primeros meses mi estadía fue ardua, los trabajos eran difícil tanto física como conductualmente, aunque tenía algunos privilegios a ciertas horas. Hasta ahora no entiendo con qué fin me retenían porque, en ese entonces, no cumplía con ninguna de las características para desempeñar con las labores que me vendrían en un futuro, es mas, ni intenciones tenía de desempeñarlas, ánimo en mí no había más que el de pasar el tiempo. Pero me retuvieron. Y aquí estoy. En un escalofón que sólo meses después imaginé algún día llegar (incluso me tentaba serlo), pero que tenía sus obstáculos puesto que llegar ahí significaba estar más tiempo ( y de nuevo el factor tiempo) del que yo suponía estar (o soportar). Ahora he pasado lo más difícil, me ha costado mucho trabajo, esfuerzo y sacrificio, haciendo tareas deplorables y hasta algunas que iban en contra de mis principios pero necesarias para el ascenso que he ido escalando y escalando y, como todo aquel que hace las cosas bien, me tocó lo que me corresponde, lo que anhelaba, y por eso quien estuvo antes que yo donde estoy, que estuvo sólo por mi ausencia en esta área, me envidia. Soy el brazo derecho de mis jefes y amigo en especial de uno en particular. Ya no es a mí a quien tienen que ordenar, sino soy yo quien da las indicaciones, eso sí, claro, sin revanchismo, existen los modales y no me gusta que la gente se sienta como en determinado moment me sentí yo: nada. No tengo ni porqué entrometerme con los trabajadores comunes -anque a veces, por mi dedicación y humildad, lo hago- , yo tengo que empincharmelas con los jefes de áreas, ellos sí que tienen que rendirme cuentas a mí de absolutamente todo; peor soy condescendiente y los dejo trabajar, no me gusta que me guarden rencor ni que la gente se distorcione sobre mi persona. Pero así como yo me les empincho, hay quienes se empinchan (y cuando lo hacen sálvese quien pueda) conmigo cuando las cosas salen mal: mis jefes. A ellos yo les debo tooodas las cuentas, incluso en las que no tengo ni pelo que ver, etcéteras veces me he comido pleitos ajenos guardando el debido respeto; es que hay que aplicar lo aprendido. Sí, agachar la cabeza y quedarme callado es algo que he aprendido, por más que me cueste hacerlo. Sin embargo todo tiene su límite, y no es que sienta que han abusado de mi persona, sino que todo tiene sus límites, y los míos ya llegaron, para bien o para mal. Me da lástima, porque increíblemente le he cogido un cariño peculiar a la institución y con quienes trabajo, seres que lamentablemente tras mi partida no podré frecuentar -salvo que terminen su ciclo, y para eso falta-. Me encuentro en una buena situación laboralmente hablando, me han ofrecido un ascenso, el cual supone una descarga de trabajo para mí, es decir, que lleve un trabajo más suave (eso no dice que tenga un rango menor), con el título de "asesor", y sólo tenga que aconsejar a quienes suben a los puestos que yo ya he pasado de óptima manera. Yo estaría, igual, por encima. Pero no es la clase de trabajo que yo necesito actualmente, yo debo de estar más ocupado, además por mucho tiempo me he entragado al 100% a esta empresa, dejando de lado muchos problemas y cuestiones personales pendientes que dejé de la nada tras mi sorpresivo ingreso aquí, y, ahora, habiendo concluído yo mis metas, deseo cesar el trabajo y luchar por lo que dejé fuera. Ya es mi hora, tanto tiempo sin saber nada de mis seres queridos (uno de los gajes del oficio), sólo preocupándome por lo que sucede acá. Ya es demasiado sacrificio. Ya llego, redundo, mi hora, y como bien dicen "nadie es indispensable", así que yo sé que tendré sucesores que llevarán la dinámica de la empresa tan o mejor como yo la llevé, porque yo los acompañé cuando ellos fueron creciendo y los traté de inculcar de lo mejor posible. Con mucho respeto, me despido de esta empresa; así como vine: de sorpresa. Espero que lo tomen a bien, yo ya debo lidiar por lo que realmente deseo. Adiós y gracias.

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