viernes, 29 de enero de 2010

Pensando en ti

Sale del trabajo temprano (5' antes), ha tenido suerte. Ha sido una jornada tediosa y sobretodo aburrida, las últimas horas pasaron más lento de lo normal. En la sección de zapatos de caballeros no debería estar tan aburrido, las impulsadoras de otras marcas y los del mismo shopping (Saga) están cerca, pero él es antisocial, no conversa con nadie, pareciera que le han puesto butapercha en la boca. A la hora del almuerzo tampoco lo hace, va al comedor, calienta su comida y no se sienta cerca a grupos de personas, sino busca el espacio vacío. Así es su naturaleza. Quizá con el tiempo tome confianza con uno u otro, pero eso no lo sabe, sabe que al menos él no se va a acercar. Antes de entrar a su casa pasa por la de su tía, donde tiene que recoger las llaves y quedarse un rato para saludar a su primita que está de cumpleaños y cumplir con el compromiso. Sacó provecho en algo, tiene dos cigarrillos más, esta noche no tendrá que comprar otra cajetilla. Llega a casa ansioso, desea escribir, desde hace días que no lo hace porque llega con ganas de dormir nomás, y se conoce; si es que se sienta frente al computador nadie lo sacará de ahí en un mínimo de dos horas, y él prefiere descansar para no levantarse amodorrado al día siguiente e ir desganado al trabajo. Pero mañana tiene día libre, y esta noche podrá escribir. Prende el ordenador y pone algo de música, comienza su tarea literaria y la interrumpe por el calor que hace. Una ducha lo refresca. No se arropa, aprovecha que no hay nadie en casa y se queda en boxer, prende un cigarrillo en el cuarto y sigue escribiendo. Ha leído, en las cabinas, el mensaje de su amigo, casi hermano, que no está en Lima. "Ya no seas huevón, deja de llamarla", le respondió al mail que él le había escrito. Solían contarse las cosas, especialemente las dudas del corazón. Pero su amigo, casi hermano, es incoherente, no llama a su ex pareja pero si le recibe las llamadas y luego está confundido. Cosas que nos pasan a los hombres, hombres que fueron tocados por el amor. En el trabajo ve con frecuencia a chicas muy simpáticas, es cierto que en la boutique de Tommy, en el Jockey, veía muchas más, ya casi estaba acostumbrado, y que en Miraflores ve de todo, pero siempre hay alguna que sorprende. Sin embargo, no deja de pensar en ella, no logra sacarla de su cabeza. La ha llamado dos veces, ambas sin ningún éxito. Pero parece estar entrenado para el fracaso, a veces piensa que le gusta flagelarse, y tal vez eso piense también su amigo, casi hermano, pero no, sabe contener el rechazo y verlo de manera positiva. No lo alienta, lo desalienta, le quita las energías y lo pone melancólico, pero no sabe por qué después de renunciar por unos segundos, le regresan las ganas de intentarlo de nuevo. Una especie de imán. No quiere nada en particular, nada de lo que ella piensa, sólo que se preocupa y le interesa saber cómo está, y claro, le gustaría escuchar el tono agradable y cordial de su voz. Cuando ella le habló, semanas antes, él correspondió; mas por eso ella no debe necesariamente corresponderle. Así que es consciente de cómo son las cosas. "No puedes con tu genio", le dijo su amigo, casi hermano, y agregó: "Eres un maldito". Era una forma de llamarlo, nada más, pero si se arreglaba la oración, pensaba él, podía tener algo de correcto: "Estás maldito", sonaba mejor, más acomodado. Las veces que se conectaba a internet demostraba que no podía con su genio. Recurría al facebook y la buscaba en la red, y cuando la encontraba le hacía click y ponía sus fotos. Obviaba en las que salía acompañada de su ex pareja, porque tampoco era un idiota ni le gustaba sentirse mal, veía en las que salía sola o acompañada de sus amigas, y la veía tan bella, tan hermosa, que todas las mujeres que veía a diario en Miraflores -debido a su trabajo- eran insignificantes. A él le gustaba ella, siempre le gustó. No sólo físicamente, sino en aspectos generales. Su carácter no era de lo más dócil, era lo contrario: caprichosa, engreída, voluble y hasta revanchista y resentida, pero así le gustaba. Veía las fotos y se deleitaba, viajaba de ida y regreso a la luna viéndola parada en su casa, en centros comerciales, en la playa. Veía a diario a chicas con shorts apretados, con escotes, con mini faldas o faldas atractivas a la vista, pero a él no le interesaban, le bastaba verla a ella con sus tops o bvds y sus jeanes, clásica, pero hermosa, genial. A veces miraba una foto por minutos, por horas. Se perdía en el espacio. Y le parecía que la escuchaba, que ella le decía cualquier cosa, aunque sea "Vete a la mierda deja de joderme la paciencia ya no te quiero más eres un imbécil ha pasado TANTO tiempo" pero no era suficiente para que se rinda. Él admite que sí, que quisiera tenerla a su lado y darle todo lo que no le pudo dar y que ahora se considera apto de brindarle, se cree capaz de hacerla feliz, y probablemente eso es lo que más lo motiva, porque su felicidad de ella para él es el cielo. Mas no lo sabe, quizá está viviendo su felicidad ya, sola y lejos de él, pero es terco como una mula. La ve en la playa, con su cabello ondeado, su mirada extraviada, sus gestos encantadores. Y no puede más. Crea poesías en su cabeza que nunca logra plasmar en el papel porque puede que sean muy grandes para un papel, un simple y ordinario papel, y escucha canciones y la visualiza a ella, sola o a su lado, en el pasado o en el presente, y hasta en el futuro. Será buena en todo lo que haga, piensa. Va a ser una verdadera mujer, aquella de las que se envidia tener, porque son buenas de corazón e inteligentes de mente. En oportunidades, en el trabajo, escucha canciones románticas de latin pop u otro género, y entonces le parece que el mundo lo condena -y ordena- a no olvidarla, porque esas canciones le hacen recordarle y pensar en ella mientras se olvida de los zapatos Tommy y las ofertas que debe ofrecer a los clientes. Si fuese Gustavo Cerati, Alejandro Sanz, Marc Anthony, le cantaría miles de canciones, todas se las dedicaría a ella, y no serían canciones despechadas, sino canciones entregadas al corazón desde otro corazón. Pero no es más que un simple escritor amateur, y lo único que puede hacer es escribir sus imperfecciones, pero lo hace con la mayor dedicación, esperando que salga bien, y que las líneas representen la inspiración y la razón que lo llevó a escribirlas. Ha escrito un cuento, intermitentemente, porque por momentos se quedaba pegado en lo que siempre se quedaba pegado, pensando en ella. Lo lee, lo corrige -la última vez que hablaron ella le llamó la atención por la cantidad de faltas ortográficas y desde entonces se preocupa de no tenerlas o de tenerlas en la más mínima cantidad- y lo deja así, ha sido una buena ficción, ha combinado bien las historias. Debería fumar otro cigarrillo porque ya quiere acostarse, no lo hace, apaga la PC y se echa en su cama, abraza a Doggy y a Bethoven, los peluches de su hermano que ahora son de él, y cierra los ojos, agradeciéndole a Dios por un día más de vida y de perseverancia. No lo sabe, pero esa noche soñará con ella. Y será un sueño bonito.

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