lunes, 18 de enero de 2010

Meditaciones en el Sur


El panorama terrestre es repetitivo, invariable, pequeños y medianos cerros de arena bien establecidos (dunas); desiértico, aparece tras la ventana. Las únicas variaciones las presenta el cielo, que, por la hora, casi las seis de la tarde, luce su apogeo. Por ratos el brillante sol en el centro, alejado de todas las nubes (dando más bien la impresión de que este, con su fuerza, las aleja) o iluminando perpendicularmente el mar sureño; y por otros, cubierto y tratando de desligarse de las nubes , que nuevamente son obstáculos a tan majestuosa vista y no le permiten mostrarse, le niegan su plenitud. El sur, con su interminable panorama de mar se presta para la nostalgia. Para pensar en tantas cosas, pasadas y las que están por pasar. Al igual que el paisaje, soy un mar, sólo que lleno de incertidumbre y no de peces. El cielo cambia, se pone rojizo, deja de ser celeste y, con el tiempo, seguirá cambiando. De la misma manera, 0las personas cambiamos llegado nuestro tiempo, sólo que nuestros periodos son más largos, no tan inmediatos como el cielo del día y la noche. No existe persona que no cambie, es un planteamiento absurdo, así se alegue la existencia de los necios yo puedo afirmar que ellos también cambian, sea a bien o a mal, aunque yo creo que a bien, que todos tenemos oportunidad a la redención. Nosotros no somos el foco del mundo, allá, traspasando los cristales, el cielo ha seguido cambiando, poniéndose más ígeno mientras yo he ido escribiendo; así es la vida, nosotros actuamos y el tiempo pasa, no porque nos detengamos a hacer algo el universo va a dejar de funcionar, sigue, como la máquina que es, avanzando, sin esperar o preocuparse de que nosotros avancemos. (El bus sigue su camino, le quedan horas para llegar a su destino todavía).

No hay comentarios: