martes, 1 de julio de 2008

Carta de un Marinero


Un marinero, una vez, después de la separación de su mujer (por decisión de ella), encontrósela caminando por una calle cercana al puerto. Dudó en qué hacer, si avisarle o no, sin querer, silbó.

Ella correspondió al silbido, trató de ubicar al responsable, y, aguzando la vista, lo notó. Él marinero, sin saber qué hacer, le estiró la mano en señal de saludo y despedida a la vez, pero ella se detuvo y le hizo un ademán con la mano para que lo espere en el lado de la acera en el que se encontraba. Conversaron un rato y fumaron un cigarro, la conversación fue normal, sin exaltaciones ni nada. Pasados unos minutos, ambos debían seguir su camino, así que se despidieron. El marino dio la vuelta y prosiguió, con el hielo en el corazón. Hay cosas que no se olvidan, pensó en esa mujer, y en el mar.


Cuando estuvo a bordo de la nave, en el timón, recordó que hubo algo que no le dijo. Entonces, terminado su turno, se metió a su cuarto, y con pluma y papel le escribió la siguiente carta:


"Hola,

Fue grato verte en la calle, aunque no lo creas. Pero olvidé decirte algo. No lo digo de mala vibra, es sólo que tenía que decírtelo, y lo olvidé. Será imposible que me olvides. Estabas pensando en mí, y en tu camino me puso la marea, porque hay cosas que tienen que pasar, que se tienen que cumplir. Estás luchando contra la corriente. Pero tu sabrás lo que haces, y no puedo interceder.

Chau, Suerte."


Dejó la pluma en su lugar y enrrolló la carta y la guardó en una botella, entonces calculó la marea, que tanto conocía, y rogó a ella que deje su recado en el lugar deseado. Luego, regresó a su cuarto y se echó a pensar, sumiéndose en un profundo y melancólico sueño.


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