martes, 18 de noviembre de 2008

Raíces

Yo sólo quise estar tranquilo, descansar. Allá nunca me gustaron las cosas: competir, estudiar, sobresalir, esas mundanidades sistemtizadas y convertidas en rutinas y patrones a seguir obligatoriamente, no me incumben. Yo sólo quería irme de allá, comenzar una nueva vida, con una chacra en el patio posterior y una tienda en la primera estancia, atendiendo ambas y autoabasteciéndome de lo que me brindaba la pachammama. Leer, fumar, resposar. Balancearme en la hamaca y pensar rascándome la panza. Sentirme contento con lo que me rodea. Con los animales, con las calles rurales, con el cielo despejado y las nubes coposas y blancas, con mi comunidad. Olvidarme de todas las porquerías de la ciudad, estímulos innecesarios, productos inservibles que lapublicidad te bombardea para que compres, perras hipócritas e interesadas, hijos malnacidos, vicios innegables, la ruina después de la prostituta que te cogiste. Ese mundo, el del interés. Yo sólo quise paz, por eso estoy acá, sin que nadie verdaderamente lo sepa -esto me da más tranquilidad, porque así nadie habla nada al respecto: había olvidado la chismosería- con sombrero de granjero y botas de ule o chanclas de paisano, mascando en la boca una rama y hablándole a mis gallinas para que sus huevos salgan más nutritivos, esos huevos que sustentan mi desayuno. Acá estoy feliz, como nunca nadie me imaginó. Ni a las 6am con mi cara sonriente y el cuerpo cansado años atrás en fiestas de irrealidad y fantasía, en arranques de locura y demencia, en sensaciones propias de un joven aventurero y dispuesto al riesgo. Acá estoy feliz, como nunca nadie me imagino... Encontré mi verdadero rumbro, lo logré.

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