jueves, 9 de octubre de 2008

Que llegue la pizza

El Pizza Hut lo consideraba el peor lugar para ir a comer una pizza, ya que yo ya había trabajado ahí y sabía lo que era la atención en ese lugar. En una oportunidad (yo aún andaba de novato) me enviaron a la mesa de corte a trozar todas las pizzas y/o sacarlas a to-go y/o enviarlas al counter de delivery, cuando una pizza de ocho slices, muy inofensiva, me creó problemas. La corté bien, las líneas imaginarias habían sido seguidas perfectamente, así que la puse en la paleta y debía dejarla en el counter de to-go, a menos de un metro de distancia de mí, separado por un pequeño espacio vacío. No debía existir ningún problema en trasladarla de mesa a mesa, pero al momento de hacerlo, la paleta chocó contra el filo de la mesa de corte y, splash, se inclinó diagonalmente y la pizza cayó al suelo. Carajo, la jodí, pensé, pero para mi suerte tenía un ángel al lado: Johanny. Ella era una mesera entusiasta y se llevaba bien con todo el personal de producción como de servicio, quizá por simpatía se hizo cargo de la situación.

-¡Recógela! - gritó inmediatamente.

Estaba tan dopado y sorprendido por mi torpeza que no obedecí en el acto. "Vamos, vamos, antes de que nos vean, esto tiene arreglo", me incentivaba. Al fin reaccioné. Recogí la pizza; estaba toda arruinada, lucía dispareja y una parte de la masa superior y los ingredientes se habían destartalado. Todo estaba perdido... para mí, mas no para Johanny, quien acomodó lo que se había caído como pudo y con mirada traviesa me dijo:

-Ojalá no se den cuenta - al rato regresó, me chocó esas cinco y me regaló un beso. Esa Johanny... toda la vida una coqueta.

Yo sabía que eso pasaba miles de veces al día, porque en ese establecimiento no se preocupaban por el servicio sino por sacar la orden y punto. Pero en ocasiones hay que ceder y esta vez fue mi turno, así que apoyé a Graciela, mi enamorada de hace cinco días, y bien agarraditos de la mano nos fuimos al Pizza Hut, a que la dama coma su pizza favorita. Yo no estaba precisamente enamorado de ella, me parecía encantadora y un partidazo, no era de las que te hablan miles de superficialidades y luego te la llevas a la cama, es más, a las justas me daba “besitos”; sin embargo, era buena compañía y por esas fechas eso no me caía a mal. Pedimos una “suprema” porque yo soy un carnívoro total y porque a mí me tocaba escoger qué íbamos a ordenar. Como ella no tomaba ni fumaba (y si fumaba –cigarro- lo hacía en circunstancias especiales en extremo) pedí que nos traigan unos jugos en vez de la clásica sangría, ¡en fin!

El tipo de la orden se fue a pasar el pedido y me dejó como quería: frente a ella, cara a cara, qué delicia… Disfrutaba a pleno esa imagen, aquel angelito me movía el piso… un poquito nomás, esteee, jeje. Estuvo conversándome algo, mas yo me distraje con la calle así que sólo asentía positivamente con la cabeza. En el edifico de al frente, en el segundo piso, seguro seguía viviendo ese viejo holgazán que me presentó Bruno cuando recién entré al trabajo hace meses, por la calle, parejas caminaban, dos o tres se estaban peleando. Entonces interrumpió mis divagaciones con una pregunta que no podía responder asintiendo o negando con la cabeza, cómo llegó hasta ahí la conversación no lo sé.

-Amor –me agarró de la mano y me miró con ternura como para que no fallara la respuesta, ¿por qué las mujeres serán así?-,¿cómo te imaginas nuestra boda?

Con la visión total de sus ojos, volé… Una lista gigante con los nombres de todos mis amigotes, para que no me aburra en la celebración y esté ahí, como me agradaba estar, con “la gente”, ah claro, también su familia y mi familia, ah verdad, sus amistades también, aunque de segundo plano. ¿Yo? En mi gloria: hecho un maldito desgraciado (con la camiseta 10 en la espalda, la cinta del capitán, y el equipo al hombro, “vamos pa’lante muchachos”). Una gota directo a la lengua una hora antes para estar “IN BLOOM” cuando tenga que decir el “sí, acepto”. Fresco, como siempre, con una moderada camisa verde, blazer, jeans y unas clásicas zapatillas samba, las que me acompañaron en mi juventud… toda una burla (como debe ser). Sonreía cada vez más, frente a ella. Luego del sí, en vez de arrojar arroz, gramos de md. En el carro, en el paseo previo a la fiesta, toda una diablada de sexo. ¡Ohhhh SÍ! Y había más. En la fiesta yo ya estaría a mil con el ácido, cagándome de risa y chacoteando con la gente. ¿Qué había para ellos, para mis invitados? Mozos que desfilaban con bandejas de bombitas, para todos y sin excepción ¿Qué más? Alcohol para los que les gusta estar borrachitos y para los que lo usamos para que la suba. Música electrónica en el patio, a la luz del día a y a la luz de la noche, ambientado lo más freaky posible. Y ah, por supuesto, también mi novia, linda ella. Esta fiesta duraría dos días, y la luna de miel sería historia aparte… entonces desperté de mi ensueño y la vi esperando la ansiada respuesta. Imaginar es ilimitado, todo lo que viví en mi cabeza en un fracción de segundo.

-Como tú me dijiste pues amor, en el día de la primavera y con una recepción estupenda en tu iglesia favorita, donde estarían todos nuestros familiares y sólo nuestros más cercanos amigos, algo discreto nomás, que sea recordado por la calidad y la mesura.

Sonrió y me besó.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantan las mujeres porque suelen hacer preguntas desconcertantes como "en que piensas?" o porque suelen pensar en cosas tan prosaicas y a la vez increibles que nunca se te han pasado por la imaginación. Incluso reponden a cuestiones que nunca jmás les has plantado. Hay que compartir más de esas pizzas.

Saludines!