martes, 23 de septiembre de 2008

The Patient (El Paciente)

Ninguna droga te tranquiliza permanentemente (por eso es una droga), salvo que te la suministres con frecuencia, siendo cada vez que la droga baja su efecto aletargador cuando se consume nuevamente. A ese estado se le llama estar dopado. Te inhabilita de pensamiento, te incondiciona de acción. Es o una o la otra. Es una actitud suicida, también, corro el peligro de convertirme en un potencial consumidor de calmantes, ansiolíticos y finalmente todo tipo de derivados, lo que puede desatar una crisis emocional tan grande que conlleve a un intento de autodestrucción. Es el clonazepan. Además de sentirte medio dopado (la mayor parte del tiempo), algunas veces te sientes fantásticamente bueno y noble. Es un arma de doble filo. ¿Qué voy a hacer? Como un potencial psicópata desquiciado y enfermo mental, opté por inmolarme a arruinar a otros, por más que lo ansié, lo deseé, lo anhelé. Es que el crimen no paga. Estuve forzando a que el mundo de vueltas en menos de 365 días, lo que tampoco es condenable, ya que creo que quien ha sido víctima de daño psicológico intencional durante más de un año tiene todo el derecho de arremeter su máxima fuerza e ira contra su agresor. Hubiese sido una situación digna del último libro de La Biblia, el Apocalipsis. Hubiese arruinado toda una familia entera, y de cumplir mi malevolo plan, hasta sangre, sudor y lágrimas hubiesen corrido por el pavimento. Entonces estoy así, conteniendo al profundo animal instintivo que está detrás de tanta alegría que ya no se deja ver en ninguna de mis expresiones corporales. Estoy utilizando un mecanismo de defensa a conciencia propia. Es doloroso el autotratamiento (y mucho más la automedicación), la cabeza se carga de neblina y el cuerpo pierde su peso y fuerza de gravedad, tanto así que hay momentos que ni lascívico te sientes (y eso es que tengo el útlimo porno de "Pijamadas Mixtas: Celestina Holes"). Me he anestesiado, convertido en un hombre incapaz de reacción, pacífico. Me equivoco de adjetivo, debí decir "pasivo". Pero es porque mi voluntad, de tanto calmante, se ha disipado. Podría ver como el mundo se derrumba y mi familia muere, y lo único que haría sería llorar, sentarme en una silla, y mirar fijamente algún espacio de la pared, con la mente en blanco y el recuerdo de la tragedia borroso e incluso confuso, ni pensaría en venganza. Eso decidí hacer conmigo, ser esto, una sombra del mediodía. ¿Cuánto tiempo durará este experimento para calmar mi ser, apaciguarlo, desvanecerlo? No lo sé: indefinido. Espero que no sea mucho, estoy expuesto a demasiada sensibilidad de todas maneras. Me olvidé de mis agresores, ya no quiero hacerles nada, pero, con lágrimas, los odio y lo que nunca olvidaré fue tanta mentira que se me metió. Por eso estoy en casa, sin comer porque las conexiones de los neurotrasmisores (IRRS) no comunican hambre, ni sentimientos, ni pasión, ni exaltación. me mantengo, entonces, en casa, sin provocaciones de los estímulos que están afuera que pueden producir tantas asociaciones a mi cerebro negativas que desatarían la crisis mencionada renglones arriba de este. La calle me llama, pero el tranquilizante me calla. Y es así que por más que el agresor, que lo conozco y sé donde encontrarlo y atacarlo, esté vivito y coleando de lo más conetento por la calle, sin pensar en el daño emitido, no voy a hacer más que acostarme en mi cama y cerrar los ojos para dormir, hasta el día que la memoria se deteriore y sea tan afortunado de padecer una amnesia selectiva. Ahí, quizá, ya pueda salir a la calle. Ese hijo de puta no tiene ni idea del daño causado. Debo dejar la pluma, el megáfono nos comunica que es hora del almuerzo y de la suministración de pastillas, además estoy algo agotado, ayer me quedé hasta tarde conversando con Plutarco, jaja, ese no es su nombre, tampoco su apodo, es lo que él cree ser. Aquí la gente termina así.

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