sábado, 17 de mayo de 2008

Toque de queda

Hay vasos de agua en la habitación. Hay poca luz y tensión. Las velas están prendidas, pero apenas iluminan. Todo está acabado, el hombre ha muerto ahí sentado. Aún tiene la copa de vino en la mano, el cigarrilo bota humo y apesta la habitación. Hay rastros de soledad, mas no de piedad. Los libros son las paredes, ellos sí pueden hablar, pero no de lo que ha sucedido acá. Hay silencio por todos lados, el navegante el lago de la vida ha cruzado, su final ha culminado. El permanecería ahí buen tiempo sentado, la humanidad de él se ha olvidado, no dejó huella alguna en su recorrido mundano. El lugar adonde partirá es desconocido, tampoco ahí, quizá, será bienvenido. Entonces creerá que no ha muerto, que su vida sigue continuando, que está despierto. Pero él, en su silla, ya ha fallecido. Y eso no tiene remedio. Los libros envejecerá, él tierra se hará y en tierra se desvanecerá. No fue trascendente, pero tampoco por eso tendrá otra oportunidad.


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