viernes, 19 de febrero de 2010

Poesía

Los niños fuman hierba como los grandes,
y como no saben terminan metiéndose harto químico al cerebro,
deshonran a sus padres y arrochan por las calles
destruyen su masa gris con un porro de hachís.

Las niñas juegan a ponerse zapatos de taco
y lucir como sus mayores, tan finas, tan putonas,
y creen serlo, mientras practican sus primeros besos entre ellas
y se meten el dedo.
Marcas de labial en sus calzones y colorete de tatuaje.

Las tiendas se prostituyen por un par de prendas
y más dinero en el bolsillo
y las mujeres y los hombres de esta época
abastecemos su truculento negocio
La ciudad es una zona rosa, llena de burdeles.

El mundo es sintético y plástico,
y nuestras ideas más que platónicas
son plástico-tóxicas.

Los padres o:
no se casan
o se divorcian
o no conviven y se pelean frente a sus hijos
y sus hijos son descreídos de Dios
y apoyan movimientos existencialistas-atéos
en el mundo donde Dios es el único que nos cuida
y nos dio la vida;
Sobrevivir dentro de tanta mierda es producto divino.

Qué vivan las fábricas
y las gentes que las gobiernan
haciendo dinero de los huecos
de la capa de ozono
Que se paseen en sus Porsche
y nos vendan artefactos que en un mes
no nos van a servir porque ya sacaron otro.

En Sudamércia se construyen
más colegios, más centros de rehabilitación,
y en sus selvas, más cocinas de cocaína.
Estados Unidos compra armamento
y Holanda, más metadona para sus heroinómanos.


Nuestros padres se juntaban y bebían alcohol
y comían parrillada;
Nosotros nos juntamos y pensamos como
podían beber sin meterse un chute de coca,
mientras prendemos más porros y
preparamos más líneas
Pero somos personas felices
no lo hacemos como vía de escape
ni nada, fíjense.

Es el fin del mundo y lo sabemos.

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