viernes, 12 de octubre de 2007

Visitas del demonio

Desde el día en que me exhilié por decisión propia en este cuarto las conversaciones se han ausentado de mi vidam o bueno, estuvieron ausentes durante un largo (muy largo) periodo.

Pasaba yo las horas leyendo libros ya leídos porque los acutales no me satisfacen, por tanto no me quedó más que deleitarme con los libros que marcaron mi época y la infundieron de ánimos. Soy mucho de divagar y me doy cuenta de ello en estas líneas y es por eso que pido permiso del lector y, para que vean que enmiendo rápido mis erroes, retomo el rumbo del cuento.

Fueron horas largas y de profunda reflexión, donde los resultados fueron los que temía -teniendo en cuenta las desposiciones de mis territorios y el fracaso conyugal con mi esposa luego de que esta descubriese que no pude resistir a los encantos de una esbela morena que conocí en uan feria donde compraba libros- que había sufrido ahora último: ahorré y ahorré mi rencor hasta alcanzar fortunas y tener un potencial de demencia alto... y; deliraba, soñaba, recreaba, la extinción de la raza humana.

Sé que mis conclusiones son exageradas, pero tengo en cuenta el magno carácter que poseo y me permito a mí mismo dichas seducciones, alucinaciones de mi cabeza que sueñan con verse hechas realidad. En ese momento noté, como nunca jamás (porque ya me había olvidado de poder presenciar) una presencia en el lugar. Quise pasarla por desapercibida, mas me fue imposible. Enfadado al verme apartado de mis malignos proyectos miré primero de soslayo y luego giré completamente la nuca (estilo "El Exorcista", jajajaja): al costado de la maceta que adorna la puerta había un hombre sentado de cuclicllas observándome fijamente mientras los ojos resplandecían de oscuridad y su sonrisa se estiraba (o se estiró antes de que la vea porque siempre se quedó en esa posición) de oreja a oreja. Tenía la contextura de un humano promedio, solo que algo delgado, raquítico, detalle que noté dada la desnudez de su torso.

Maquiné más allá de lo que pude y ni entendí su presencia ni sus motivos. De inmediato, él, sorprendiéndome, ya estaba frente a mí y me extendía la mano pacíficamente mientras me decía:

-Soy el demonio - fijó más su mirada-, y tú yo yo tenemos muchas cosas en común.

Sin pensarlo porque a estas alturas de la vida nada me sorprendía, correspondí al saludo. Puedo decir que la simpatía fluyó como agua en río y de súbito nos llevábamos de fábula. Él era conciente que a diferencia suya yo no tenía poderes lejanos , por eso sospecho que por delicadeza no se atrevió a jactarse de ellos, y que por consideración no me invitó a unirse a su bando y a cumplir mis más grandes sueños. Es que solo venía de vez en cuando, cuando se le antojaba y siempre lo percibí en el mismo rincón de la primera visita, entonces nos sentábamos y platicábamos jugando partidas de "Ocho Ogros" y fumando una hierba que ocasionalmente me llegaba de _____ y tanto él como yo disfrutábamos el alegre sabor y la dulce sensación. Fue lo único que desató su curiosidad, e incluso una vez me confesó que nos sentía afortunados de tener tierra fertil y no fuego para así poder sembrar tal planta, capaza de llevar a los más lejanos horizontes.

Esos fueron algunos detalles que nos marcaron e hicieron de nosotros lo que somos: paulatinos compañeros de conversación y juegos de azar (tengo que resaltar que nunca me hizo trampa).

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