jueves, 21 de octubre de 2010

Esputo

Ya a estas horas es muy difícl leer. Ya a estas horas es muy difícil dormir. Es fácil escuchar música, es lo propicio. La única luz la del monitor, y el único sonido el de los estereocascos. El minimal de Barem, la Party Animals. Ibiza, la isla, España, nuestros conquistadores. Injustos conquistadores. Cuando capturaron a Atahualpa, el Inca leyó su suerte en las hojas de coca: "les des o no el oro ellos te matarán". Furioso, el inca arrojó las hojas al suelo y maldijo a los españoles, estarían condenados ellos y sus generaciones siguientes por el poder de la planta. La planta y el misticismo con el hombre, hoy en día la cocacína pervierte el alma del hombre, ursurpándole su lado humano y dejándole su lado animal, desposeyéndolo de su ser espiritual. Por eso no me gusta la coca. Henrry Miller está bien entretendio, mi vida, aunque monótona, también. ¿A qué me refiero con monótona? A hierba, a trabajo, a juerga. Trabajar todos los días tiene que tener una justificación: el gasto del dinero en un fin de semana. Drogas, alcohol, placeres. De ese lado se coge mi adicción, soy demasiado hedonista, vivo por el placer y no por el bienestar. Tengo un perro, se llama "Hedón". La farándula está por todos lados, incluso por la escena electrónica del país. Cuando algún desapercibid@ me lo recuerda me ganó por K.O. Me quedó callado, sin palabras, sin decir nada, sin gesticular, sin respirar. No, nunca estuve con ella. Estuvo una vez en una fiesta pública conmigo, sólo fue para el deleite visual. Ella ahí y una sensación difícil de explicar. Se movía, sonreía, fluía. Yo la miraba, la miraba y viajaba... No pensaba por uno, pensaba por dos. ¿Una chela? ¿Un cigarro? ¿Un agua? Vaya, hombre, estás cordial. Intento alcanzarle todo, pero no la alcanzo a ella. Está cerca, sí, a como dos pasos, mi mano la puede tocar, la puede tocar a ella, a su cuerpo, no a su corazón. No estaremos desnudos en una cama como sueño, tendidos en una sábana blanca, viendo el techo dar vueltas por la locura. Mientras tanto sigue bailando, se mueve bien, me encantan sus pasos, los sé de memoria, me la sé de memoria, a ella entera, a su voz, a sus gestos, y a sus labios, aun por lo poco que he probado de ellos... fue com o darle un mordisco a la manzana, sólo uno, y luego ver que regresaba al árbol del pecado. Ella bailaba para mí, ahora no, baila para otros, se me escapó de las manos, no la he vuelto a ver, pero, ¿y cuándo la vea? ¿Qué expresión fingiré? Ella, su piel blanca, sus senos pequeños y su repertorio de mentiras. Mujeres, fuente de la demencia... En mis sueños puedo volar, ya cogí la técnica, se me hará costumbre de acá a unos días. Me abstraigo, nada más me queda. Las calles, su bulla, el mar, las estrellas, el mundo que me rodea y que no quiero que me rodee. Yo quiero ser parte de otra dimensión, pasar el umbral, sintonizarme con otra galaxia, volverme loco, perder la cabeza y la razón, dejar de vivir en el mundo, vivir en mi mente, embriagado de alcohol y no-sobrio de hierba. Yo quiero que mi cabeza sea un huracán. En definitva me equivoco, mi cabeza ya lo es. Un torbellino constante de ideas que giran sin cesar. Si existe el nirvana es el no-pensamiento, el colapso de la sinapsis neurológica. Se sufre con el corazón y con la cabeza. Tú, por qué dejaste de estar tan cerca... De saber tocar el arpa te compondría mil y un canciones. Y eso es que no fuiste tan importante.,Y es que no lo eres. Y es que me empeño tanto en pensarte. Es que sí, me gustaste, me atrapaste. Maldición... Tardes llenas de sol, sol que quema la piel, que produce cáncer, que mata y reseca. Ya no basta con lo secos de espíritu que estamos, que ahora el sol nos seca hasta la piel... Cerrar los ojos y volar, conectarme con mi cabeza, desaparecer. Fumar, fumar, fumar, fumar, fumar. El humo me envuelve, me oculta de las personas, me muestra con dificultad, se forma como mi aura, me representa. El humo, sale de mi cabeza, de mis oídos, de mi boca, de mis poros, y contamina el ambiente, lo envuelve de mí, de ese pesimismo tan mío, de esa incertidumbre tan propia, de esa confusión que soy. Todo un mundo: una cabeza. ¿Cuántas cabezas en el mundo? Ahí el número de realidades. ¿Y las cabezas por cabeza? Un logaritmo de realidades. Miles de probabilidades, así como las estrellas. Las estrellas, la luna llena, las figuras del cielo en ese azúl oscuro, marino, lívido, el azul, el celeste, el blanco, el rosado, todos los colores del firmamento. El cielo es de varios colores, y yo tengo diferentes personalidades. Vendedor por la mañana, lector por la tarde, ocioso por la noche, erudito por la mañana, yonqui los fines de semana. Todos mezclados en uno, mal mezclados, por lo cierto. Estoy seguro que ese problema de depresión es un problema de química neuronal y nada más, una dieta balanceada y está compensado. Pero yo no voy a ir al médico, que venga y me atienda, el que tiene la vocación de salvar vidas es él y no yo. A mí me gusta hundirlas, esa es mi especialidad, tal Mar Medieval en contra de barcos piratas y excursionistas sedientos de beberse todo el mar para encontrar todos los lados de la tierra y descifrar los misterios del universo. Yo las hundo, comencé por la mía y no pude parar, me gustó esa sensación de vértigo que finaliza en el estrepitoso, calaminoso, desastre de chocar fuertemente contra la tierra y salpicar por el pavimento. Y entonces ser lo que somos: nada. Un montón de partes descompuestas. Lo que me gusta de los niños es que lloran por todo, ya de pequeños son sensibles y parecen entender la naturaleza de lo que formarán parte. El insomnio no me deja dormir, dentro de unos minutos me revolcaré en la cama, golpearé la pared, requintaré a los mil demonios que no me dejan descansar en paz, que me hacen pensar y pensar. Sí, yo fui condenado a pensar. Pienso de más, hasta saturarme, y hasta cuando estoy saturado no puedo dejar de hacerlo. Cosas simples no existen, cosas complejas, sí, todas son así, para mí, sí. ¿El amor nos salvará a todos nosotros? ¿O será el odio el que nos extinga y acabe este suplicio? Tiro desesperadamente la pluma, me pica el cuerpó, los testiculos, la cabeza, las prostitutas de veinte soles, la cama en ese motel de San Juan, que huele a sudor, que luce como una cárcel, con esa cama tan incomoda, tan dura, el camastro que gime en vez de la mujer que estoy penetrando porque ya no tiene de qué gemir, ya está acostumbrada a su trabajo, es como para una secretaria sentarse a redactar una carta para su jefe. La mujer que me da placer la tercera noche de todas las semanas, la que me ve llegar al bulín y se alista las ligas y me menea el culo. Sabe que me trae. A mí pues, un aparato erectil. Y las cosas seguirán bajo esta luz roja y este clima tan displicente, porque son veinte y dos años y una vida por delante, llena de mierda, mierda que ves, mierda que sientes, mierda de la que eres. Una mosca pasa sobre mí, me huele, da vueltas, soy muy sucio para ella, sigue su vuelo, se va. Más allá el gordo que recibe los documentos de identidad y cobra por las prostitutas la chanca con su tosca y gorda mano. Ha muerto. Uno menos. En este momento un bebe abre los ojos, una mujer respira de alivio el parto, ya sufrió, ya procreó. Un bastardo más para el planeta, su padre no pretende firmarlo, dentro de unos años empezará su calvario, y entonces tal vez también garabatee en las páginas de sus cuadernos, como yo. Entonces se sentirá impotente y en su mundo aplastará las construcciones, demolerá a los hombres y a sus ideas, profanará a dios, y se embriagará de su sangre y de su sed de odio y de venganza. Ahí sabrá que es un humano, y que nada puede hacer. Y que no la alcanzará, por más cerca que la tenga bailando...

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