martes, 14 de septiembre de 2010

Séptimo día

Otra mañana de otro domingo más. Prometo todo: no volver a beber así, no combinar tantas sutancias ni abusar tanto de ellas, concentrarme -¡ahora sí!- en mi trabajo, olvidarme de las noches de bohemia. No hay nada, entonces, de sorprendente hoy; es un domingo corriente. Me fastidia todo: haber gastado desmesuradamente mi dinero sin siquiera haber fornicado una mujer, la sequedad de mi garganta, el cansancio corporal, el estar solo, sin alguien a mi lado, aunque sea un bendecido perro que me ladre. Nada de serotonina y un montón de semén en los porongos. Hoy es el día del arrepentimiento, de esos se tratan los domingos en mi vida. Me levanto a duras cuestas de la cama. No tengo nada: hambre, ánimo, una compañera... Preparo un café con leche de desayuno y lo acompaño con mis pastillas psiquiátricas. Desperdicié dinero, tiempo y neuronas en una noche de furor, en la cual nada fue real: los amigos, las sensaciones, el lugar, lo que experimentaba en síntesis. ¡PUTAMADRE! Sin éxito me tiro en la cama para dormir. Llevo más de un mes sin producir nada. Me estoy desperdiciando, me estoy quedando atrás; estoy fracasando, y porque yo hago que sea así. Mis intentos frente al papel son garabatos inconexos. Mi rostro luce tan desgastado en el reflejo del espejo -y de seguro en los ojos de otras personas-: ojeras, barba, desorden. "Ya no estás para estas tretas", pienso, "es tiempo de un break". Un duchazo de agua fría me despierta, me saca las impurezas y me refresca. Con la prestobarba arraso los vellos faciales. Aprehendo la laptop, calzo mis zapatillas preferidas y salgo de la habitación. Llevo clonazepanes, este receso no tendrá hierba. No es el momento de. Ya cerca a la estación de buses que parten cada tres minutos al centro de Lima, arrojo mi celular a la pista, donde un amarillo automóvil blindado de PROSEGUR lo arrolla. "PRAC", suena; "por fin un sonido que no sea un BIP". Ahora sí, la relajación total. Compraré unos libros y me sentaré en un parque a leer mientras las palomas se alimentan del maiz que les tira la gente. Hoy será un verdadero séptimo día, un día de descanso y relajo. Alabado sea el señor, que pasa vendiendo cigarrillos.



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