domingo, 6 de junio de 2010

De buenas y malas

Existen buenas y malas rachas. Buenos y malos tiempos. Yo estoy pasando por una mala racha. Ya desde hace vario tiempo. Las malas rachas se caracterizan por ser desagradables, frustrantes y desesperantes. Parece que todo te sale mal. Estás tuerto: tienes la capacidad de ver lo negativo, mas no lo positivo. Filtraje. En una mala racha puedes reaccionar de diferentes maneras, puedes lamentarte o cuestionarte de por qué atraviesas esa racha tan negativa de la que te quieres deshacer, y retroceder en los hechos para hallar que hiciste de mal a quién o con qué para encontrar qué karma estás pagando. Puedes hacerlo, y ten por seguro que no vas a llegar a ningún lado. En una mala racha hay varias cosas por hacer, como ya dije, pero la que se debe hacer es una: ser fuerte. Resistir. Sobreponerse. Eso es. La mala racha no va durar toda la vida, su nombre lo dice, no es más que una “racha”. A veces sí se ponen bien trágicas las cosas y quieres asesinar la racha con una ráfaga de cocaína en una noche de conversación privada. Es parte de la mala racha, si sucede o no, no altera la situación. Es válido, después de todo. Es como la guerra, todo es válido, pero siempre conciente. Puedes engañarte pensando que quieres distraerte y alocarte todos los fines de semanas o días juergueables para salir y escapar de la racha en unos tragos de alcohol o en la almeja de alguna mujer que conociste esa noche y que sí ayudó, porque te sacó la leche, mas no te satisfizo; le diste con desprecio, sin pasión, la arrimaste a una esquina de la cama, no la besaste, sino le extrajiste su boca, dejaste que te la chupara mientras veías como sus ojos de zorra sedienta, también, quizá, tal vez, por lo mismo que tú, por una mala racha, miraban tus ojos extraviados, la abriste de piernas, le lamiste la concha –si es que se dejó, si fue tan valiente como para recibir placer-, la cogiste por la cintura, le diste la vuelta, la penetraste contra la pared, arrojaste todo tu sudor sobre su espalda y tu animalidad sobre su persona. Desahogaste. Nada más. Ayudó, sí; solucionó, no. Al final fumas un poco más de hierba y o te quedas echado sin importarte qué siente o qué sintió y dejas que se bañe y se largue a su casa. Una zorra, al fin y al cabo. Sin embargo cuando ya eres más pensante, tomas con calma la mala racha. ¡Porque sabes que va a terminar! Que “todo tiene su final”. Entonces pasas los tragos amargos de saliva y los soportas. Estás opacado, underground. Yo ya pasé el mayor tramo de la mala racha, supongo, y ya no me importa salir a podrirme un fin de semana para olvidar en vez de superar. Pienso, tengo 22 años, no soy un púber más con la polla caliente y ganas de lucirme con mis amigas de cabellos castaños, ojos claros y cuerpos delgados maquillados por la ropa de moda. Soy de un barrio bohemio, nostálgico, melancólico. Soy parte de éste barrio. Soy un escritor, un artista, un abstracto. Se complementan ambos. Tengo un trabajo que no me gusta, que es parte de mi mala racha, y no tengo con quién conversar. No obstante, nací sólo y cuando muera, será, también, sólo. Así que tengo que aprender a vivir solo. Tengo uno o dos amigos y confío en ellos, salimos, fumamos petardo, y recostado en la palmera o en las bancas celestes con vista y oído al mar, me tranquilizo, y pienso lo mejor: que todo esto va a terminar. Porque la mala racha es espesa, pero un solo hecho la aniquila: un buen golpe de suerte. Una cosa que te pasa bien, que sientes que verdaderamente fue buena, y puedes alzar la mano y despedirte, porque la mala racha quedó ahora donde debió estar siempre, atrás tuyo, a la vuelta de la esquina, lejos, y sin intenciones de aproximarse. Y cuando menos lo creas, vas a mirar atrás y vas a cagarte de la risa de lo que te pasó.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

cuando todo tira para abajo es mejor estar atado a nada.

vagabundo dijo...

quizá sí, quizá no. quizá las ataduras son parte de nosotros.